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  • Una ventana y detrás otra y detrás otra... El monumento establece un juego de perspectivas y sombras sobre sus propias ruinas. A contraluz de los arcos, la tangente solar articula desde su cénit cada inflexión del claustro. Esto es arquitectura. Palabras mayores cuando las dibuja un catedrático de los ángulos y las hipotenusas como el portugués Eduardo Souto de Moura, cuyo estribillo poético adquiere carácter de himno en la novísima Pousada de Santa Maria de Bouro, frente a las estribaciones serranas del parque nacional de Peneda-Gêres. El monasterio benedictino de Bouro desempeñó un rol clave para la dinastía portuguesa de los Aviz tras la invasión castellana de 1383. En nombre de doña Beatriz, hija del rey João I, el abad y 600 monjes empuñaron las armas y detuvieron el avance enemigo en el desfiladero de Portela do Homen, a resultas de lo cual consiguieron el privilegio real de celebrar misas con una armadura bajo la túnica. Tras la supresión de las órdenes religiosas, en 1834, el cenobio entró en declive hasta su reciente incorporación a Pousadas de Portugal, una red hotelera simétrica y equidistante a la de los Paradores españoles. Más que un rescate formal, Souto de Moura ha protagonizado aquí una reinterpretación ideológica del entorno escénico, muy lejos del remedo románico y el respeto por la historicidad del monumento. El agua, el aire, las ideas..., todo fluye en armonía y se disuelve en la secuencia minimalista de las fachadas y los corredores, entre los arcos y los ventanales, bajo las bóvedas de crucería y las escalinatas sin fondo. Piedra y acero, madera y cristal. Y la utilidad de la ruina como un episodio arquitectónico más. En un intencionado contraste pretérito/presente, el mobiliario de diseño y las modernas composiciones ikebanistas buscan acomodo entre los retazos de azulejería remanente de los siglos XVI y XVIII y otros objetos decorativos originales del monasterio. Aunque en el interior de los dormitorios, inopinadamente, estas habilidades estéticas constituyan una incomodidad para los huéspedes. Ya desde el apretado croquis del tabique separador de las camas y el diedro lateral que apunta el cuarto de baño se advierte que uno acabará pillándose los dedos con las puertas de los armarios. Un orden geométrico de dinteles enmarca los distintos espacios de ocio y restauración: mesas de juego, salones de lectura o charla, sala de billar, áreas diseñadas simplemente para meditar, y, por fin, el restaurante. Bajo una impresionante bóveda a 15 metros de altura, en el lugar de las antiguas cocinas, los comensales paladean hoy el recetario monacal elevados al séptimo cielo de la nueva era. Acordes de fado anuncian la discografía completa de Madredeus durante la cena: "Os dias são as noites".
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  • Diario El País S.L.
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  • POUSADA DE SANTA MARIA DO BOURO, monasterio rehabilitado por el arquitecto Eduardo Souto de Moura
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  • Lección de hospedaje en Portugal
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