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  • Edificado en 1979 sobre las ruinas de un antiguo convento de dominicos, muy cerca de la catedral románica, el parador de la Seu d'Urgell ha sido hasta ahora uno de los cromos viejos de la colección. Su continuidad estaba en solfa ante lo anodino del edificio y la luminosa competencia de un Relais & Châteaux -El Castell de Ciutat-, en la misma capital del Segre. Hasta que el empeño personal de Ana Isabel Mariño, responsable de la red de Paradores, lo acaba de salvar de la ignominia gracias a un rediseño total y contemporáneo de sus instalaciones. El proyecto, formulado por el interiorista Jaime Beriestain (Santiago de Chile, 1969), resulta efectivo y creador de ambientes. Zaherido anteriormente por una escuálida galería de plantas colgantes, el vestíbulo claustral deja de ser un paréntesis seudorrománico para convertirse en un centro de atención permanente, con ambientes diferenciados, para la reunión de amigos, la cita de trabajo o la miranda en solitario. Bajo una bóveda estriada de vidrio polimerizado, cada piso emite una luminiscencia diferente en un juego cromático de neón a varias alturas. Beriestain cuenta entre sus inspiraciones al arquitecto belga Vincent van Duysen, y las habitaciones, alfombras y la mayoría de las lámparas están proyectadas en su estudio, Beriestain Interiores. ¿Se rebelará ese cierto gusto atrabiliario de Paradores contra este revulsivo de modernidad? Mobiliario contemporáneo Sea como fuere, los destellos de buen diseño continúan por el salón de estar, el bar y el restaurante, quizá demasiado abigarrado de halógenos. Beriestain atempera con este minimalismo conceptual la pulsión efectista ensayada en su rediseño del parador de Trujillo, igualmente reciente en el tiempo. Paredes en colores oscuros, mobiliario contemporáneo con toques rústicos, tapicerías de tonos neutros, penumbras sugerentes en los corredores... No hay lugar para los ruidos. Tras una reforma de esta profundidad se puede criticar que los dormitorios no hayan ganado espacio para volar, ni para darse una ducha en condiciones de maharajá. Y aun que la alcachofa de la bañera haya sido colocada a una altura apta sólo para jugadores de baloncesto. Pero su refinamiento estético desborda lo previsible en un parador y lo eleva al podio decorativo de la red estatal. Atmósfera limpia; suelos alfombrados de colores indios; muebles claros de madera y acero, geométricos, pensados para ser repuestos al menor desgaste. Tres instantáneas enmarcadas sobre los cabeceros, algo inédito también en Paradores, reflejan la alta cotización actual del arte fotográfico. Luz, siempre la luz.
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  • Diario El País S.L.
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  • PARADOR DE LA SEU D'URGELL, diseño a la última para renovar la imagen de la cadena
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  • El claustro iluminado por la modernidad
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