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  • Apabullante por su buen gusto y diseño. Así merece ser calificado el trabajo reciente de Manuel de la Torre en Somaén, un pueblecito mínimo coronado por un castillo del siglo XI frente al desfiladero del río Jalón, en la antigua carretera Madrid-Zaragoza. Sobre los restos de una antigua casona que servía a los cobros del portazgo por cruzar la frontera entre Aragón y Castilla, este arquitecto y restaurador madrileño ha elevado a la máxima expresión del arte el concepto hasta ahora mundano de un hotel con encanto. Entusiasta de la rehabilitación arquitectónica y rastreador empedernido de almonedas y anticuarios, su posada es un escaparate híbrido entre el clasicismo dieciochesco y la esencialidad contemporánea, en el que cada pieza decorativa habla por sí misma con una elegancia poco común en otros alojamientos turísticos sorianos. Balcones del siglo XV, viguería del XVI, chimeneas del XVII, herrajes de nariz, sillones de barbería, lámparas de plumas de faisán y de gallina de la Guinea... Y, sin miedo al mestizaje, butacones de Le Corbusier, sillas de Charles Eames, perchas de Norman Foster, pasamanería de Philippe Starck o un retablo de Las Meninas en acero corten tomado prestado de Manolo Valdés... Escalonada como todo el pueblo, la posada eleva su armazón de piedra, madera y hierro sobre un jardín de césped y traviesas de ferrocarril en cuarterones mimado hasta en sus más recoletos miradores. En verano, una pérgola colgada sobre el vacío invita a una cena íntima a la luz de las velas. El ambiente ofrece mayor refinamiento, si cabe, de puertas adentro. La planta baja proyecta los espacios comunes, como la recepción y el comedor, además de una suite novelesca. Otra suite de 150 metros cuadrados se beneficia de una construcción aparte junto a la piscina, con vistas al roquedo. Un piso más arriba, las habitaciones yuxtaponen confort y lujo en un sinfín de detalles: todas, con chimenea propia, vestidor y ducha en un holgado cuarto de baño, amén de un equipamiento electrodoméstico presidido por un monitor LCD de televisión. Pero lo más vistoso reside en el enorme salón de la planta superior, bajo una atrevida estructura de madera con pendolón central colgante suspendido en el aire sin ningún apoyo. Tres grandes lucernarios permiten avistar desde el sofá el vuelo de los buitres. Al fondo, una pantalla de plasma compite con sendos ventanales por ofrecer la panorámica más abierta y enrojecida de la hoz del Jalón.
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  • POSADA DE SANTA QUITERIA, mirador soriano a un desfiladero del Jalón
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  • Glosa del buen gusto
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