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  • Villa Borghese y los palacios Barberini o Doria Pamphili -donde se encuentra el famoso retrato del papa Inocencio X de Velázquez- merecen siempre una visita. Sin embargo, hay otras colecciones imprescindibles y menos conocidas que también tienen tesoros espectaculares. Son pequeñas casas-museo, desperdigadas por distintos barrios de la ciudad, ideales para pasar un rato maravilloso sin sentir que se está practicando turismo del duro. 1 Galería Colonna La más impactante es la Galería Colonna (vía de la Pilotta, 17), una joya que eleva el significado de la gloria de Roma. Abre sólo los sábados por la mañana. Desde la calle se atraviesa una entrada normal y corriente; luego se sube por una sencilla escalera de caracol y entonces se abren las puertas del cielo. La inmensa sala sobrecoge. Parece una trampa visual por su tamaño y riqueza. Aunque sólo sea por los suelos de mármoles de colores, ya vale la pena visitar este lugar. Al alzar la vista, lo que no es dorado, está pintado; incluso los espejos parecen cuadros. Pintura renacentista, manierista y barroca, tesoros en cada rincón y el increíble y recargado conjunto. Dos obras inolvidables de Bronzino, que representan las dos corrientes de la historia del arte romano -lo pagano y lo católico-, con una coqueta Venus y Cupido con sátiro, y una tierna Virgen y Niño con santos. También, obras importantes de Annibale Carracci, Salvator Rosa y Pietro de Cortona. 2 Palacio Braschi Cerca de la plaza Navona, huyendo de las multitudes, espera el Museo di Roma -Palacio Braschi (vía de San Pantaleón, 10)-. Construido por un sobrino de Pío VI, en el siglo pasado fue la sede del Partido Fascista. A través de esculturas, cuadros, dibujos, fotos, elementos decorativos y vestidos históricos desfila la vida romana desde el siglo XVII hasta el XIX. Recién reformado, el edificio también merece atención, especialmente su escalera principal, que marca un paso adelante del barroco al neoclasicismo. 3 Galería Spada Una joya muchas veces pasada por alto es la Galería Spada (plaza Capo di Ferro, 13), que normalmente recibe sólo 70 visitas diarias. Parece increíble porque este museo cuenta con piezas estrella, como La muerte de Dido, de Guercino; el hermoso Retrato de un violinista, de Tiziano; el potente David con la cabeza de Goliat, de Orazio Gentileschi, y dos óleos -incluida la bella Santa Cecilia- de su hija Artemisia Gentileschi, que cuenta hoy con numerosos devotos. En un patio del palacio se encuentra un ingenioso trompe l'oeil obra de Borromini, el arquitecto barroco rival de Bernini. La trampa visual hace pensar al visitante de estos escasos nueve metros que se encuentra en una arcada de más de 30. 4 Palacio Corsini Al otro lado del río, camino del Trastevere, se encuentra el Palacio Corsini (vía de la Lungara, 10). Base de la reina Cristina de Suecia y su corte en la Roma del siglo XVII, el palacio fue reformado posteriormente por la familia del cardenal Lorenzo Corsini, convertido en el papa Clemente XII entre 1730-1740. Sus ocho salas están atestadas de esculturas y cuadros preciosos, como Salomé, de Guido Reni; San Sebastián, de Rubens; Venus y Adonis, de Ribera; La Sagrada Familia, de Fra Bartolomeo, y El joven san Juan, de Caravaggio -un milagro del naturalismo barroco-. Un poco más arriba, en la misma calle, se encuentra la conocida Villa Farnesina (vía de la Lungara, 230), con gloriosos frescos, como El triunfo de Galatea, de Rafael. 5 Palacio Altemps Los dos laberínticos pisos del Museo Nazionale Romano -Palacio Altemps (plaza Sant' Apollinaire, 48)- contienen ejemplos extraordinarios de la antigua escultura romana que proceden de las colecciones históricas de las familias Boncompagni-Ludovisi, Altemps y Mattei, entre otras. Entre las piezas, muy bien expuestas, aparecen señaladas algunas esculturas antiguas que fueron recompuestas en el siglo XVII por Bernini y Algardi. Aquí se encuentra el famoso Trono Ludovisi y el dramático Suicidio de un galo. El palacio, con su propia iglesia -algo muy raro en una casa privada-, abrió sus puertas como museo en 1997, y se han conservado muchos de los frescos decorativos originales. 6 Centrale Montemartini Un poco más lejos del centro, los amantes del arte antiguo disfrutan de un anexo del Museo Capitolino en la Centrale Montemartini (vía Ostiense, 106). Conviene ir en taxi y pedir en la taquilla un taxi de vuelta. Allí están las esculturas romanas sobrantes del Capitolino. Los restos de la colección (400 maravillas de cuerpos, torsos y bustos) hacen reflexionar sobre la riqueza artística romana. El edificio fue la primera central eléctrica de Roma y en él reposan las blancas esculturas de los dioses al lado de enormes turbinas negras. 7 Museo Canova Tadolini Y de postre -son deliciosos los que se sirven en la cafetería-, el Museo Atelier Canova Tadolini (vía del Babuino, 150 A-B). Más muestrario que museo, es un conjunto casi excesivamente denso de cientos de esculturas, estudios y modelos en bronce, mármol y escayola realizados por Antonio Canova (1757-1822) y sus discípulos. El museo tiene una buena cafetería con mesas en las salas. Las obras de arte cubren toda la superficie disponible con bustos, máscaras, brazos, piernas, patas de caballos y dedos pegados a las paredes. Al tomar un vino allí uno se siente como un viajero a la Roma de otro siglo.
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  • Recorrido por museos extraordinarios poco conocidos por el público
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  • La Roma de los siete secretos
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