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  • Tres hoteles en uno, por ahora. El resort más lujoso de España se expande paulatinamente por el litoral tinerfeño de Costa Adeje mediante una yuxtaposición de estilos e instalaciones que desborda toda fantasía turística. Inspirado al principio en una estética Disney no para todos los gustos, el complejo vacacional evoluciona hacia un afinamiento arquitectónico apoyado en las exigencias de sus casas ducales (otro hotel dentro del hotel, con mayordomo y servicios independientes), en el apéndice veneciano que siguió a la regeneración de una playa propia (playa del Duque) y en las expectativas creadas por la actual ampliación, la tercera, a cargo del interiorista Pascua Ortega. Desde el mar, la vista sugiere un paisaje exótico de palmeras, dragos, jacarandaes, saltos de agua, pérgolas, templetes y piscinas en el que cada edificio remeda un monumento representativo del archipiélago canario. Ni Cecil B. de Mille habría soñado con un escenario parecido. Sí lo hicieron, década y media atrás, el magnate del tabaco canario Enrique Hernandis y su esposa, Rosi Zamorano, que intuían la crisis del modelo turístico yacente en playa de las Américas, muy masificado, e invirtieron en una zona virgen del litoral con otro estilo capaz de atraer a la clientela de lujo internacional. Bajo la dirección de Francisco Alcaraz, uno de los profesionales más capaces de la cadena Sol-Meliá, la fórmula constituyó un éxito que pronto imitaron los demás. Laberinto de jardines Imposible sustraerse a la exquisitez ambiental de este laberinto de jardines, salones, pasillos, miradores, galerías y, naturalmente, fastuosas suites y habitaciones. La primitiva rotonda central acoge hoy un árbol de salones colgantes que reproduce un secadero de tabaco de 20 metros de altura coronado por una cúpula de fundición propia de la era posindustrial. En el alineamiento multicolor de las fachadas destaca una copia de la torre que preside la iglesia de la Concepción, en Santa Cruz de Tenerife, mientras que una pirámide acristalada similar a la del Louvre da acceso al moderno centro de convenciones. Un puente colgante sobre la barranquera engarza los posteriores añadidos al pie de un edículo habilitado como observatorio astronómico. Trece restaurantes temáticos y 10 bares provocan al paladar más irredento. Las articulaciones de este formidable complejo se sustentan en más de medio millar de luminosos dormitorios; unos, decorados según el clasicismo mediterráneo; otros, con la enjundia que exigen sus muchos quilates. Mobiliario de médula y madera natural, tapicerías de rayas y flores, celosías y vidrieras de colores, ornamentos de escayola y azulejos españoles... Y en casi todos, unas soberbias terrazas con vistas al océano. A precio de diamantes, las suites gozan de unos favores muy superiores a lo habitual en cualquier cinco estrellas.
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  • GRAN MELIÁ BAHÍA DEL DUQUE, estética Disney y atmósfera relajante al sur de la isla
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  • Un hotel de cuento en Tenerife
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