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  • En Galicia, un día alguien imaginó un pazo al estilo de ningún pazo. Una enseña histórica de piedra abrazada al vidrio y al metal, lo nunca visto entre los prados y bosques del interior pontevedrés, donde el río Curantes trae a la memoria el incierto concierto de los castros celtas. Pedro Llano estampó su firma de arquitecto en un proyecto que subvertía el orden canónico de unos sillares de piedra en pie desde el siglo XVI, unidos a través de una solaina a otra construcción del siglo XVIII, sin que la ortodoxia ruralista hallara el más mínimo argumento para reprocharle los trenzados estructurales de acero y cristal concebidos en su restauración, ni el minimalismo esbozado en su mobiliario, ni siquiera el perfil actual de las chimeneas con unos remates que giran para que el viento no empuje el humo al interior. Todo bajo un solemne respeto por la naturaleza del lugar. A Nugalla fue un curioso personaje del barroco gallego que aparece siempre en actitud de sujetar algo sobre su cabeza, un icono de la pereza. "Despois de xantar sempre teño nugalla para traballar". Qué mejor aserto para expresar a lo que se viene aquí, lejos de las prisas. El reciente cambio de propiedad no parece repercutir en el buen servicio de la hospedería, consolidado tras varios años en manos de Alberto Touceda. Suya es la autoría de la cena, acaramelada por unos suculentos postres, y de la bollería artesana a la hora intemporal del desayuno. El comedor se resguarda tras una cristalera en el piso inferior, del siglo XVIII, mientras que la sala de estar se distribuye en tres niveles. La antigua capilla ejerce hoy como biblioteca y fonoteca, y la sacristía, como oficina. A lo largo de una galería exterior se suceden las mejores habitaciones, las más amplias y originales: La Chimenea, El Ojo de Buey y la del Canónigo. Algo desvalidas, quizá, en su dotación electrodoméstica, con cuartos de baño exentos o separados por un tabique de madera. No hay repisa para el neceser y la cosmética desmerece por su envoltorio rústico entre tanta modernidad arquitectónica. El pazo se saborea mejor desde la perspectiva del jardín, entre los manzanos y las moreras que guardan el entorno de la piscina, donde lo rural vuelve a su estado original de colores, aromas y músicas de estas tierras. Sin otras gaitas.
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  • 20041023
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  • PAZO A NUGALLA, una cuidada rehabilitación en el valle pontevedrés del Curantes
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  • Sillares del siglo XVI envueltos en vidrio y metal
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