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  • Una propuesta refrescante que se aleja a conciencia de ese mundo simbólico de yelmos y espadas damasquinadas que marca los ambientes del Toledo más turístico. Situado intramuros de la ciudad histórica, tan sólo a unos pasos de la Puerta de Bisagra, el hotel abrió sus puertas hace poco más de un año, sumando a su privilegiada situación argumentos como un ambiente acogedor y un diseño actual. Estamos en el cogollo imperial de la Puerta del Sol y la mezquita del Cristo de la Luz, a un paso del Zocodover, en plena ascensión del Real del Arrabal, esa concurrida e imprescindible vía de penetración al laberinto toledano, su mayor enemigo y el mejor aliado. Todo huele aquí a historia y piedra. La tradición hostelera de los hermanos Losada desacreditaría cualquier intento de modernidad y transgresión en un hotel como el Abad Toledo, encastrado en ese epiplón monumental del bajo vientre urbano sobre el esqueleto de una herrería fundada en 1815. Pero no. Los guiños minimalistas o estructurales del paisaje ornamental son sólo eso, guiños, sin menoscabo del rigor manchego que sustenta su arquitectura: paredes de ladrillo visto, viguería y artesonados de madera, balcones de forja... Nada está fuera de orden ni de lugar, como una bella página de una revista de decoración. Hasta aquí todo bien. Los sinsentidos ocurren cuando el orfeón de familias con niños, telediarios en su tercera edición y los ruidos nocturnos del barrio desenmascaran la deficiente insonorización del edificio. Los dormitorios, de por sí estrechos, se vuelven incómodos para una estancia prolongada. Incluso vulgares en algunos detalles utilitarios, como el del televisor apoyado sobre la pared, los colgadores adheridos a la puerta o la bañera corta en detrimento de un holgado plato de ducha, que sería lo razonable en esa atmósfera tocada por el diseño y las ganas de agradar. La vega del Tajo En consecuencia, las alcobas traseras son las más solicitadas por quedar indemnes a los ruidos de la calle, pese al sacrificio que se hace de las vistas a la vega baja del Tajo. Mobiliario de geometría pura; tapicerías en tonos caldera, anaranjados y azulones; grifería de firma... Arriba del todo huelgan las más pizpiretas, con sus techos abuhardillados de añil manchego. La número 36, dotada de un altillo accesible a través de una escalera de acero, sirvió de refugio a Icíar Bollaín durante el rodaje de la película Te doy mis ojos. La número 33 es la preferida por la clientela discapacitada, mientras que la suite instalada en el antiguo palomar, a modo de dúplex, resulta ideal para familias con niños. De cine gore, los desayunos devalúan la pose del hotel, expuestos en formato industrial sobre el mostrador del bar. En régimen estricto de autoservicio.
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  • HOTEL ABAD TOLEDO, detalles contemporáneos en una herrería de 1815 junto a la Puerta de Bisagra
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  • Un guiño refrescante en el Toledo medieval
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