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  • Maestro, a poco que salga manso nos vamos a dormir", dicen que exclamó el banderillero antes de medirse con un toro abanto en la plaza de toros de Almadén. Venido a cuento, el aspaviento fi gura ya como apócrifo en la paremiología taurina. Si la corrida aburre, se impone entonces un sesteo de luces en las nuevas habitaciones empotradas entre los toriles y el graderío de este coso manchego, inaugurado en 1752 con la idea de sufragar la construcción de un hospital de mineros en la capital del mercurio. Su planta hexagonal de doble galería, con aforo para 3.000 asientos, y su excepcional valor histórico desde los albores mismos de la tauromaquia acrecientan el interés turístico, reconocido como monumento nacional por un real decreto de 1979. Sobre este ruedo lidiaron matadores de la talla de Curro Guillén, Paquiro, Cúchares, Lagartijo y Costillares. Muros y cargas No existe otro hotel igual en el mundo. Los pasillos y rellanos de alguna manera informan de cómo se realizaban las perforaciones en las minas a mediados del siglo XVIII: a través de amplios vanos semielípticos, mediante el refuerzo de las barreras, la ajustada distribución de los muros y las cargas, el equilibrio estructural de la viguería y la incisión en las gradas de los chiqueros, la enfermería, el desolladero y los corrales. Aquí el aficionado a la fiesta goza del privilegio de ver los toros no ya desde la barrera, sino desde la cama (es un decir, pues los dormitorios dan a la calle y no a la arena). Otra lidia distinta son las instalaciones hoteleras. La decoración juega a ser tan intencionadamente gustosa que cae en la banalidad. Unos cuadritos de toreros por aquí, unos forjados típicos por allá. Las paredes, en tonos melocotón, azul y verde pastel, apenas esconden sus desperfectos un año y medio después de su apertura. Las bombillas no se reemplazan, el minibar está vacío y, ¡ay, tortícolis!, el televisor cuelga de la pared a la altura casi del techo. Para colmo, el desayuno se sirve a la carta en el propio bar del hotel, abierto al público, que puede acceder -y accede- a los burladeros de la plaza sin recato ante la clientela bostezante allí hospedada. Un local demasiado ruidoso para iniciar sin chicuelinas el nuevo día. El Ayuntamiento, propietario de las instalaciones, mantiene un servicio mínimo en la recepción. El resto, se supone, funciona solo. Pues "lo que no pue sé, no pue sé, y además es imposible", dijo Rafael Gómez Ortega, El Gallo.
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  • PLAZA DE TOROS DE ALMADÉN, descanso junto a la arena de un coso del siglo XVIII
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  • En este hotel toreó Lagartijo
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