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El amor la ha ligado irremediablemente a Praga, puerto donde recala al menos una vez al año. La protagonista del musical Cabaret, que cumple un año en la cartelera madrileña, nos guía a través del laberinto de la ciudad de Kafka.
En la primera visita no siguió las huellas de Kafka.
No. Fui a conocer a mi familia política, hace ya 10 años. Llevaba ese prejuicio de ir a un país del Este, menos desarrollado, y me llevé una gran sorpresa. Además hacía sol.
Desvélenos su ruta personal.
Me encanta recorrer la calle que va desde el castillo a la parte vieja. Está plagada de tiendecitas de antigüedades y cuero. También me emociona atravesar el puente de Carlos, magnífico, y allí me paro a contemplar las vistas del río y las torres; las bandas de música, los puestecillos. Además suelo entrar a la catedral de San Vito, con esas magníficas vidrieras art nouveau, y nunca dejo de ir por la calle del Oro, donde vivió Kafka. Un lugar impregnado de literatura. Termino yendo hacia el barrio judío por la calle de París. Maravillosa.
Con tanto trote parará a tomar un preceptivo gulash.
Bueno, el gulash es húngaro, pero los checos lo han hecho suyo. También hay que probar esas bolas de harina que acompañan a platos dulces y salados, o las típicas sopas. Siempre pruebo lo que come la gente de cada lugar, aunque sea en puestos callejeros. Y nunca me ha pasado nada. Debe ser que tengo un estómago a prueba de bomba.
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