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  • Son arenales emblemáticos más para los canarios que para los turistas, concentrados en las playas meridionales de ambas islas. Una es natural, Las Canteras (Las Palmas de Gran Canaria); otra, artificial, Las Teresitas (Santa Cruz de Tenerife). Más simbólicas que convencionales, revelan dos facetas completamente distintas, con aguas muy solicitadas, en cuanto a playa urbana se refiere. Y se miran sin complejos por el hecho de compartir la capitalidad del archipiélago. Merecen el cotejo por su evidente disimilitud estos divanes de reposo colectivo, terrenos de deportes variados, pandillas y exhibición bajo el sol africano. Ninguna se ve tapizada por arena volcánica. Las Canteras Mide 2.250 metros, está respaldada por la blanca línea de edificios turísticos y disfruta del lento desplome del sol por las montañas de Guía reproduciendo con cierta fidelidad la silueta del Teide. Su exposición a barlovento habría granjeado a la playa palmense todo tipo de limitaciones natatorias, a no ser por las tres barras de arrecifes (donde aovan langostas y atunes) que favorecen el baño familiar en aguas templadas. De estas barras o canteras se labraban piletas de agua domésticas. No es raro, por tanto, que donde remite la protección natural, cerca del auditorio Alfredo Kraus, en La Cícer, se descubra una cercanía de surfistas. Por allí pintan muchas veces los cometeros un decorado aéreo con sus heterogéneos prototipos. Tal es la abundancia de arena fina en La Curva, que 40.000 metros cúbicos se trasladaron a golpe de volquete hasta la cala portuaria de las Alcaravaneras: lo que antes propulsaban los alisios, hoy lo ejecutan camiones. ¿Tan costoso sería enviar la arena a Las Teresitas zanjando de una vez la manida (y simpática) bipolaridad que enfrenta a las dos urbes? Aparte del certificado de gestión ambiental ISO 14.001, es obligado resaltar el ritmo constante que vive las 24 horas del día. Las barcas tradicionales están desapareciendo, pero allí siguen los restaurantes El Gallo Feliz y El Cerdo Que Ríe. Para echar un párrafo, nadie como Antonio, el hamaquero, instalado delante de la clínica San José. Por don Miguel, el barquillero, no pasan los años. La decoración navideña se une al ocio playero por las buenas temperaturas de que disfruta la capital grancanaria. El árbol de Navidad yergue su alminar en la plaza de Saulo Torón, y el belén de arena, obra del escultor y arenista Etual Ojeda, está expuesto a la altura del hotel Meliá. Si hay una playa que concite todo tipo de simpatías, esa es Las Canteras. Incluso goza de un estupendo magacín digital (www.miplayadelascanteras.com), puesto al día, con fotos, webcam y tabla de mareas. Las Teresitas Los verdes acantilados del parque rural de Anaga, que se deslizan poderosos hasta alcanzar el agua, alientan el poder de seducción en esta playa tinerfeña de 1.250 metros de longitud. Los cuatro millones de sacos de arena con que la tapizaron no es que sean rubios de bote; es que fueron importados del Sáhara hace tres décadas, tamizados y renovados con aportes periódicos. Les faltó tiempo a las murgas carnavalescas para prevenir de los huevos de alacrán (nunca los hubo). El hecho de estar a sotavento no le aseguró a Las Teresitas que el mar no se llevase la arena y que las aguas fueran calmas (comprobar, si no, las prudencias de los bañistas en la vecina cala de Las Gaviotas). Y es que el reboso, la resaca mareal, es traicionero por demás. Solución: un arrecife artificial en paralelo y a 200 metros de la costa que favorece el baño sin peligro; ámbito en el que acaba de prohibirse el tráfico de embarcaciones. Hay unanimidad en que Las Teresitas necesita una puesta a punto. Pero la difusa barrera entre el adecentamiento y la urbanización glamourosa ha puesto en jaque a grupos ecologistas, en especial la Plataforma en Defensa de Las Teresitas, Anaga y su Litoral. Todos vigilan con celo la ejecución del proyecto diseñado por el arquitecto francés Dominique Perrault, el autor de la Biblioteca Nacional de Francia, en París. En esta polémica cobra sentido Le Corbusier, cuando, al referirse a Río de Janeiro, señalaba que la naturaleza la había hecho tan perfecta que los arquitectos no podían tocarla. ¿Obras previstas? Parque urbano con 400 especies arbóreas, zona deportiva, hotel de unas 300 habitaciones, aparcamiento subterráneo y accesos de nuevo cuño. Unos pocos meses a lo sumo es el lapso del que dispondrá el bañista para, con mirada antropológica, despedirse de esta playa semirrural de estética cercana a las islas de Cabo Verde. La incógnita es si el proyecto de Perrault conseguirá no desvirtuar el encanto despojado de este enclave. Un reto arquitectónico y paisajístico.
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  • Las Canteras y Las Teresitas marcan el ritmo de las capitales isleñas
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  • Dos playas fetiche para los canarios
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