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"Después de leer La casa de Lúculo, de Julio Camba, uno se reafirma en esta creencia: ninguna comida es indigesta, pesada y da acidez de estómago. Quienes dan acidez y resultan pesados e indigestos son ciertos comensales con los que uno, a veces, no tiene más remedio que compartir la mesa". Manuel Vicent, en su prólogo a la edición de la obra del gastrónomo y periodista pontevedrés, nacido en Villanueva de Arosa en 1884,
y que ha reeditado la Fundación Wellington, añade que Camba pertenecía al grupo de esos comensales agradables que le alegran a uno la digestión.
El Camba fuente de anécdotas está presente, como cuando le preguntó a un gallego qué ave le gustaba más para comer, y el gallego dijo: "¡Si el puerco volara...!". Y vale la pena recordar una de sus normas del perfecto invitado: "No diga usted jamás: '¡Qué sopa tan rica! Es la mejor sopa que he oído en mi vida', aludiendo de este modo facecioso al ruido con que la toma su vecino de mesa".
La casa de Lúculo o el arte de comer es para Vicent el mejor libro que se ha escrito en España sobre la materia. El texto habla de la cocina española, la técnica culinaria, los vinos, los pescados o los platos populares. "La verdadera cocina es un arte sedentario que, nacido con el primer aposentamiento humano al borde de un río pesquero o bajo unos árboles frutales, fue enriqueciéndose y depurándose hasta la funesta invención de las cámaras frigoríficas", proclama Camba, quien ya en 1929, fecha de la publicación del libro, opinaba que "la cocina se muere", siendo sustituida por una "Internacional culinaria sin forma, olor, color ni sabor".
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