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NOS HABÍAN CONTADO maravillas de Costa Rica, pero nuestra experiencia superó todas las previsiones. Desde nuestra llegada a Tortuguero, no nos cansamos de avistar animales: caimanes, monos aulladores, basiliscos que caminan sobre el agua, enormes mariposas, aves de mil colores como el tucán o la tortuga verde desovando en la playa de noche... En Siquirres cambiamos la lancha por un coche alquilado y, sorteando mil baches, llegamos hasta Manzanillo, en el extremo sur del Caribe, una costa prácticamente virgen con playas impresionantes.
Viajamos hasta el volcán Arenal, donde nos impresionaron las aguas termales de hasta 60 grados de temperatura. De allí, a Monteverde, una comunidad fundada en la década de los cincuenta por cuáqueros estadounidenses, un mágico lugar rodeado por selvas húmedas. Debido a la intensa lluvia no tuvimos demasiada suerte a la hora de avistar animales, pero tuvimos ocasión de conocer al agutí, una mezcla de ardilla y conejo. El último trayecto nos llevó hasta Manuel Antonio, en el Pacífico. Un oso perezoso nos visitaba cada tarde, encaramándose a un árbol que había junto a la piscina, y el último día tuvimos la ocasión de presenciar un organizado asalto de monos araña a los frutales y plantas de los jardines del hotel. De vuelta hacia San José tuvimos un encuentro con enormes cocodrilos que sesteaban con medio cuerpo enterrado en el barro.
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