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  • Esto sí que es turismo rural. A ninguno de los Clavero y Fernández de Córdova se les han caído los anillos por arrimar el hombro en la restauración de su cortijo rondeño y ejercer de anfitriones comedidos con los primeros viajeros que van recalando por el lugar. Como es de suponer en los últimos paraísos de la geografía meridional, el acceso es intrincado y dificultoso, aunque está bien señalizado mediante paneles compartidos con otra joya de la hotelería rural: la Fuente de la Higuera. Un viejo conocido de los hoteles con encanto, el arquitecto Pedro Enrique Santos Buendía, ha echado una mano en las tareas de rehabilitación con el tiento que ya demostrara en su antigua Posada Real y en otras urdimbres posteriores tan beneficiosas para Ronda. Con el debido respeto a la historia ha diseñado espacios de luz y penumbras que continúan el movimiento de los tejados, geometrías de paredes enfoscadas y dinteles en leves tonos verdosos, suelos de barro y aire para flotar sobre los recuerdos del cortijito. Una dulce sensación del tiempo y de la vida bendecida por un silencio casi religioso. Fisac, inspirador El hotel vuela sobre la serranía a través de amplios salones, un comedor, cinco patios, tres piscinas y un espectacular jardín esbozado por tres arquitectos madrileños -Aleixandre, González Carretero y Sánchez Mora- vinculados al estudio de Miguel Fisac. Más de una hectárea de olivos y árboles frutales con un sistema de riego a manta evocador de la tradición botánica hispano-árabe. Arena y cal. Perfume del aire. Sordo murmullo del agua. Todos los dormitorios se reconocen por una nota decorativa y un nombre propio de las molturas obradas en el molino: Acebuche, Manzanillo, Rojal, Malteño, Vidueño, Farga... Confortables, espaciosas y elegantes como pocas estancias campestres. Los cabeceros provienen de una vieja casa de pueblo, pero en sus paredes cuelgan aguafuertes de Canales o Amadeo Gabino. Los armarios chaquetean con malla de corral, pero el éter sirve acceso wi-fi a Internet gratis y a mayor velocidad que cualquier hotel urbano especializado en reuniones de empresa. Y qué decir del lujo premeditado en la suite principal, aislada del resto, con piscina privada y tres alcobas que se pueden ampliar a dos habitaciones más. No hace falta colocar libros de arquitectura o revistas de decoración sobre la mesa para percibir el arte de las buenas formas, el alto valor de la hospitalidad o la mística de un acontecimiento tan aparentemente cotidiano como el cenar. La sobriedad de los platos... La suavidad del ajuar... El bálsamo de la música... A su manera, la familia Clavero y Fernández de Córdova viene a demostrar que la hostelería mayúscula no se escribe con la Q sinónimo de calidad, sino con la C de cultura.
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  • MOLINO DEL ARCO, un cortijo del siglo XVIII convertido en un hotel rural de categoría
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  • Exquisitez en la Serranía de Ronda
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