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  • Queda poco para el descorche de la última añada, y las bodegas del Duero andan ya de trasiego por lo mucho que promete el nuevo vino. Al despuntar el alba se inician las labores en la finca que Haciendas de España explota junto al parque natural de Los Arribes del Duero, descrito por Unamuno como uno de los paisajes más bellos de España, donde envejece el tinto Durius, elaborado en su día por el marqués de Griñón. En total, 70 hectáreas de olivos y viñedos ordenados en espaldera bajo la supervisión del profesor australiano Richard Smart, asiduo cliente del hotel que la propia bodega ha inaugurado hace apenas un año a pie de pámpanos. Su torre neomudéjar, flanqueada de arquillos por los cuatro costados, se columbra desde la carretera que conduce a Fermoselle, en la raya zamorana de Portugal. Los edificios destinados a bodegas, almacenes y un hotelito de sólo cuatro habitaciones aproximan al viajero la idea que Haciendas de España tiene del enoturismo como un acicate para el desarrollo del campo castellano-leonés y una propuesta de ocio con enorme futuro en la Europa meridional. Nacho Lliso, arquitecto y ex miembro del grupo musical Esclarecidos, ha dirigido su construcción en un estilo notorio por su tratamiento del ladrillo visto y la profusión de arcos que proveen a sus interiores de la luz natural que conviene a los vinos. Y también a la paz de espíritu de los inquilinos, naturalmente. Terruño arcilloso En ósmosis con el roble de las barricas y las maderas que dan nobleza a las molduras, las barandas y toda la viguería, el lugar destila aromas de uva vieja y un sosiego campestre únicamente perturbado por el gorgoteo del agua en los estanques. Como un oasis en el légamo mesetario, es gozoso asomarse al sol de mediodía y admirar el orden de los viñedos, trazados a tiralíneas sobre el terruño arcilloso de los Arribes. Más gozoso aún es recibir el agasajo bajo el porche de Patricio Gaibor y Silvia Apellaniz, los guardeses, desvividos por hacerle la vida más agradable al huésped en medio de las tareas vitivinícolas. ¿Una copita frente a la piscina? ¿Una visita a la bodega? Quizá falte, simplemente, un salón de mayores dimensiones que el actual donde abrazar el tiempo con un libro en las manos. O un comedor más amplio, abajo, que ofrezca espacio para más de las dos mesas que se ven. Los dormitorios satisfacen por su ambientación y no tanto por sus dimensiones, lo mismo que los cuartos de baño, en tonos salmón, incómodos por lo apretados que conviven bañera e inodoro. Gracias a los mimos de Silvia Apellaniz, el desayuno reconcilia al huésped con la hacienda y el horizonte de ringleras. Café humeante y bollería fina como aperitivo organoléptico de una cata de Durius celebrada con toda propiedad a los cuatro vientos, en la torre panorámica sobre el pantano de Almendra, los tejados de Fermoselle y la confluencia de los ríos Tormes y Duero.
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  • HACIENDA UNAMUNO, sosiego campestre y vistas a los viñedos de la bodega Durius
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  • Enoturismo a orillas del Duero
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