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  • Habrá en el mundo algo sagrado, o algo que no lo sea? La pregunta que se hacía Borges afecta de manera primordial a la naturaleza, y más concretamente al paisaje. Paisajes sagrados es el lema escogido por la fundación valenciana La luz de las imágenes para mostrar las obras de arte que ha restaurado en los últimos años, y hacerlo precisamente en los enclaves recuperados con los que las piezas se relacionan. Es la primera vez que se reparte la muestra en varias sedes. La fundación ha gastado cerca de 10 millones de euros en restaurar 10 edificios y 175 obras de arte, que podrán verse hasta diciembre. Peñíscola Del mar a la montaña, pasando por una geografía mineral y áspera, con el suelo aterrazado en bancales para plantar almendros, olivos y cuatro viñas. Es el Maestrazgo, una región histórica desdibujada por los azares políticos. En su vertiente costera, Peñíscola es todo un símbolo. Allí se enrocó Benedicto XIII, el Papa Luna, cuando el llamado Cisma de Occidente. La figura del pontífice vertebra la muestra que se exhibe en Peñíscola, en la antigua parroquia del Socorro, restaurada por la fundación, a dos pasos del castillo papal. Objetos preciosos que pertenecieron al papa están acompañados por una semblanza del personaje en un audiovisual. Ese documental -y la propia muestra- realzan los perfiles más positivos de un heterodoxo al que la Iglesia ha querido oscurecer, y al que incluso negó cristiana sepultura. En el haber de Pedro de Luna hay logros incontestables, como el Compromiso de Caspe o la Disputa de Tortosa. No era un ogro, sino un humanista que vertió en Las consolaciones amargas reflexiones escritas en sus días de abandono. Amaba el arte y se trajo de Aviñón una abundante biblioteca, en la que había volúmenes de Séneca, Plauto, Homero, o un tratado de arquitectura de Vitrubio, que mantuvo en su alcoba hasta su muerte. Un ilustrado, pues, muy diferente a su propia leyenda, recogida por Baltasar Porcel en la novela Caballos hacia la sombra; páginas donde se alude a la tradición de los "papas ocultos", saga de pontífices cismáticos sucediéndose, con idéntico nombre, en la clandestinidad de los siglos para escapar a las llamas inquisitoriales. Algo de eso puede rastrearse en dos retablos de la muestra; la creencia popular quiere ver en el san Pedro de ambos el rostro oculto del Papa Luna. Sant Mateu Otro heterodoxo -hereje más bien para la Iglesia oficial- se había ocultado con su familia en Sant Mateu, la capital histórica del Maestrazgo, apenas un siglo antes. Se llamaba Guillaume Bélibaste, y vino huyendo desde el sur de Francia con otros "buenos hombres y mujeres" (es decir, cátaros) cuando allí arreció la persecución contra aquellos cristianos radicales. En Sant Mateu y Morella vivían desapercibidos, ganándose el pan como pastores o buhoneros, hasta que un espía encontró a Bélibaste, lo llevó con engaños hasta el Pallars, donde lo hizo apresar; poco después era quemado vivo en Villerouge-Termènes. En Sant Mateu está la sede principal de la muestra, en su iglesia arciprestal, magníficamente restaurada. Aparte de la propia arquitectura gótica, pueden verse allí piezas notables: retablos, orfebrería, pinturas de Juan de Juanes o Vicente López. También se ha restaurado parte de la judería, la muralla y el palacio plateresco de Villores, donde se continúa la exhibición. Sant Mateu parece ahora transfigurado. El color carnoso con que se han entonado y adecentado las viviendas tiene algo de alegría provenzal que hubiera complacido a Bélibaste. Traiguera Cerca de Sant Mateu, a las afueras de Traiguera, se encuentra el real santuario de la Verge de la Font, en un paraje luminoso y agreste. La fundación ha restaurado este conjunto, en cuya iglesia se prosigue la muestra. Pero tal vez lo más notable sea aquí el propio "estuche", los muros del santuario, cubiertos por frescos donde lo naïf alcanza un estado de gracia. Sólo por ver ese ingenuismo popular, y los suelos y zócalos de azulejería, vale la pena el viaje. Cartuja de Benifassà En varios de estos santuarios, elegidos y restaurados para la ocasión, se introduce el factor tiempo, tan determinante del paisaje: las estaciones lo hacen mudar al igual que nos van cambiando a nosotros. La cartuja de Benifassà, en un enclave abismado y montuoso, será una de las sedes de la exposición a partir del otoño (hasta entonces, el monasterio se visita sólo los jueves). Antes, en el verano, se podrá ver el castillo de Xivert, a un par de leguas de Peñíscola. Y en la primavera, las ermitas de Sant Pere y de la Mare de Deu, en Castellfort, y la de Sant Pau, en Albocàser, mostrarán otras miradas sobre este paisaje levantino -entre ellas, las de los viajeros ilustrados de los siglos XVIII y XIX.
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  • Benedicto XIII marca la ruta de una gran exposición por el Maestrazgo
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  • El Papa Luna y otros heterodoxos
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