ELPVIALBV_8.TES | webenemasuno.linkeddata.es

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opmo:content	Si el lujo asiático es difícilmente parangonable en los hoteles occidentales, queda por jugar la baza de la arquitectura. Así lo entiende la cadena AC, cuyo catálogo de edificios más exclusivos, AC Selection, trasciende lo funcional para añadir valor plástico e historicista a una modalidad de alojamientos hasta ahora reservada a los paradores. El antiguo convento de las Oblatas santiaguesas no flanquea la plaza del Obradoiro, como es el caso del legendario hospital de los Reyes Católicos, pero emerge al fondo de la Rúa das Hortas, donde el escalón basal de la Costa do Cristo acude al encuentro del parque de la Alameda, en pleno cogollo compostelano. Su rehabilitación escapa a los rigores del jubileo desde que se pierde de vista la fachada, impositiva, clerical. De ante a napa, los arquitectos Lorenzo Marqués y José Luis Pereiro le han dado la vuelta a la piel del convento mediante el acristalamiento integral del espacio que une -o separa- el primitivo edificio y su anexo contemporáneo, entre pasarelas colgadas y toberas de aire acondicionado. En cada una de sus cuatro plantas se ve el cielo y buena parte del jardín, sin clausura ni escapulario doctrinal. A cargo de Isabela Claramunt, el interiorismo redunda en la inspiración minimal de todos los hoteles AC, abierto a los espacios zen, centrado en la geometría mobiliaria y profuso de adornos vegetales. El diktat del granito, el acero y el vidrio estructural queda atemperado en los salones y vestíbulos por los paramentos en tonos ocres y tostados, las tapicerías de peso, los forjados de hierro y algunas antigüedades bien contrastadas. Vanguardia y tradición duermen igualmente en el limbo de las alcobas, algo pequeñas pero muy bien aprovechadas, si no se quiere pagar el suplemento de una suite abuhardillada en el último piso del anexo moderno. Por el contrario, las instalaciones comunes desmerecen del espíritu intimista y monumental que se le supone a un convento histórico. La capilla ha sido transformada en un ámbito para la celebración de banquetes, seminarios, convenciones o pasarelas de moda, mientras que la diminuta piscina climatizada queda relegada junto a la sauna, el baño turco y la sala de masaje (ascendida de categoría bajo el eufemismo de fitness center), soterrados en el jardín. ¿Pero quién va a querer enclaustrarse hoy aquí si la catedral de Santiago llama a rebato como colofón de una de las rutas culturales más importantes de Europa?
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opmopviajero:subtitle	AC PALACIO DEL CARMEN, en Santiago de Compostela, suma al cenobio del siglo XIX un edificio nuevo
sioc:title	Luces de modernidad en el convento de las Oblatas
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Si el lujo asiático es difícilmente parangonable en los hoteles occidentales, queda por jugar la baza de la arquitectura. Así lo entiende la cadena AC, cuyo catálogo de edificios más exclusivos, AC Selection, trasciende lo funcional para añadir valor plástico e historicista a una modalidad de alojamientos hasta ahora reservada a los paradores. El antiguo convento de las Oblatas santiaguesas no flanquea la plaza del Obradoiro, como es el caso del legendario hospital de los Reyes Católicos, pero emerge al fondo de la Rúa das Hortas, donde el escalón basal de la Costa do Cristo acude al encuentro del parque de la Alameda, en pleno cogollo compostelano. Su rehabilitación escapa a los rigores del jubileo desde que se pierde de vista la fachada, impositiva, clerical. De ante a napa, los arquitectos Lorenzo Marqués y José Luis Pereiro le han dado la vuelta a la piel del convento mediante el acristalamiento integral del espacio que une -o separa- el primitivo edificio y su anexo contemporáneo, entre pasarelas colgadas y toberas de aire acondicionado. En cada una de sus cuatro plantas se ve el cielo y buena parte del jardín, sin clausura ni escapulario doctrinal. A cargo de Isabela Claramunt, el interiorismo redunda en la inspiración minimal de todos los hoteles AC, abierto a los espacios zen, centrado en la geometría mobiliaria y profuso de adornos vegetales. El diktat del granito, el acero y el vidrio estructural queda atemperado en los salones y vestíbulos por los paramentos en tonos ocres y tostados, las tapicerías de peso, los forjados de hierro y algunas antigüedades bien contrastadas. Vanguardia y tradición duermen igualmente en el limbo de las alcobas, algo pequeñas pero muy bien aprovechadas, si no se quiere pagar el suplemento de una suite abuhardillada en el último piso del anexo moderno. Por el contrario, las instalaciones comunes desmerecen del espíritu intimista y monumental que se le supone a un convento histórico. La capilla ha sido transformada en un ámbito para la celebración de banquetes, seminarios, convenciones o pasarelas de moda, mientras que la diminuta piscina climatizada queda relegada junto a la sauna, el baño turco y la sala de masaje (ascendida de categoría bajo el eufemismo de fitness center), soterrados en el jardín. ¿Pero quién va a querer enclaustrarse hoy aquí si la catedral de Santiago llama a rebato como colofón de una de las rutas culturales más importantes de Europa?

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