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  • Dentro de un bar inaparente, situado en un barrio periférico de Córdoba, un joven cocinero de 27 años, Kisko García, ha comenzado a sorprender con una cocina creativa que en su entorno pocos comprenden. Le ayuda en la sala su hermano Juan Carlos, ávido sumiller que controla el servicio de los vinos, y le respaldan en su trabajo la madre y el padre, que atienden en la barra y el comedor. A primera vista, se trata de un relevo generacional que recuerda los pasos iniciales de los prestigiosos hermanos Roca (El Celler de Can Roca) a las afueras de Girona. Un fenómeno que en España se ha repetido más de una vez en los últimos tiempos. El estilo culinario de Kisko García, que aporta notas de frescura al panorama contemporáneo, deja en evidencia la influencia de su amigo y maestro, José Carlos García (El Café de París, en Málaga). De ahí los elegantes ribetes andaluces que adornan su cocina, en la que asoman armonías inéditas, toques de fusión y fragancias de la tierra. Una copita de morcilla Para disfrutar con su oferta, nada como el menú degustación, muy completo. Se abre boca con una aceptable copita de morcilla bañada de una espuma de patatas con huevos fritos. Sigue un delicioso carpaccio agridulce de gambas blancas de Huelva, con toques geniales de foie-gras y huevas de trucha. Y continúa con un suculento tartar de vieiras con huevas de arenque, rociado por un increíble ajo blanco al zumo de naranja, que adolece de exceso de ajo. No menos sorprendente resulta el canelón molinero, propuesta que viste con otro aire la típica ensalada campera de las vendimias andaluzas a base de bacalao, naranja y cebolla: el picadillo se introduce dentro de un canelón de alga nori japonesa que finalmente se rocía con un exquisito gazpacho (salmorejo) de fresones maduros. Reducción de Pedro Ximénez Como platos de peso, los pescados y las carnes. Primero, una lubina de anzuelo con espuma de patatas a la importancia y reducción de vino Pedro Ximénez, ligeramente pasada de punto. Después, un cochinillo confitado con lichis, de piel dorada y crujiente. Finalmente, un conejo de granja estofado cuya carne, algo insustancial, gana gracias a un sabroso picadillo de crestas de gallo. Todo muy reconfortante y a precios bien razonables para el nivel de la cocina y la calidad de las materias primas.
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  • CHOCO, armonías inéditas y fragancias andaluzas en la cocina de Kisko García
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  • Un veinteañero da la nota en Córdoba
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