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  • Si alguien piensa que las cadenas españolas sustancian un portafolio de hoteles aburridos e impersonales, puede que esté equivocado. NH Hoteles, que apadrinó desde su nacimiento el eslogan "cuestión de detalle", incorpora el palacio avilesino de los marqueses de Ferrera -un lujo del barroco en Asturias- a su exclusiva serie NH Collection. El monumento domina la plaza de España sobre el propio edificio del Ayuntamiento y extiende sus jardines hasta fundirse con el gran parque público de la ciudad (el lugar preferido de esparcimiento de sus habitantes) en un alarde botánico de arriates, setos, palmeras gigantes, estanques con cisnes y paseos románticos que aprovecha el microclima de la ría de Avilés, un espacio urbano resurgido hace poco de la contaminación que registraba. El carácter señorial del hotel trasciende lo arquitectónico. Salta a la vista el refinamiento del servicio desde que uno pisa el zaguán y adquiere, por capilaridad, el pedigrí ambiental de los palacios nobiliarios reconvertidos para la democracia turística. Un empleado uniformado de pasarela Cibeles o Gaudí, que bien podría ejercer en el más fashion de los hoteles de Londres o Nueva York, se adelanta a los deseos del viajero sustituyéndole al volante para guardar su coche en el garaje subterráneo de la plaza, un detalle que cobra importancia por tratarse de una zona peatonal. Salas modulares Los interiores alimentan un diálogo estilístico y emocional entre la herencia barroca del palacio, con aportes neoclásicos, y la actual visión minimalista de los hoteles de la cadena NH, mejor acomodada en el añadido lateral durante la rehabilitación del espacio hotelero. Si las salas modulares albergan eventos como el de la pasada Gala del Deporte, el salón de la Torre seduce al fondo de un corredor por su intimismo elegante y recoleto, demediado por una original escalera -procedente de un velero del siglo XVII- que da acceso al torreón, desde el cual el marqués vigilaba el tráfico marítimo y advertía el arribo de sus naves por la ría de Avilés. Una aguada de Maruja Mallo (y diversos grabados firmados por pintores avilesinos) enmarcan el itinerario hacia las habitaciones, presididas por la suite Real, de cama adoselada e ínfulas regias. Muy notables por su insonorización, capaz de amortiguar incluso el griterío de un Antroxu (carnaval asturiano) en la calle, reúnen tras el caparazón ecléctico de su decoración una panoplia de detalles insuperables. Sin olvidar que la bañera es estrecha, y el sistema de aire acondicionado, indescifrable para quien no entienda de ingeniería, todas bendicen la estancia de los huéspedes con cama grande, edredones gosipinos, toallas absorbentes y una cosmética olorosa de la marca Agua de la Tierra. Pero lo insospechado en este palacio es el virtuosismo estético del desayuno, siempre a punto y endomingado con distintas selecciones de aceite de oliva virgen, más de 25 variedades de pan y una depurada orquestación de dulces y salados en un bufé casi listo para la fotografía.
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  • NH PALACIO DE FERRERA, minimalismo y barroco en el centro de Avilés
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  • Desayuno con 25 tipos de panes
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