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  • Es posible que algunos, jóvenes sobre todo, oyeran por primera vez en su vida la palabra Numancia el día en que un modesto equipo de fútbol alcanzó la Primera División en la Liga. Otros recuerdan bien ese nombre: la caída de Numancia tenía en las enciclopedias escolares pareja importancia a la caída del Imperio Romano. Aunque sólo metafóricamente se pueda comparar la hazaña del equipo deportivo con el episodio bélico antiguo, la resistencia numantina de la ciudad celtíbera frente a los romanos forma parte de nuestro lenguaje cotidiano. Desde hace años se celebra en Garray (donde está el sitio de Numancia, a una legua escasa de Soria) una fiesta vecinal al estilo de Moros y Cristianos, pero en plan celtíbero-romano. Y en otro yacimiento próximo, Tiermes, se organiza una fiesta de plenilunio cada luna llena, con hogueras paganas, melikraton (hidromiel) y música celta. Para enterarse bien de quiénes eran los celtíberos, lo mejor es pasarse por el Museo Numantino de Soria capital. Inaugurado en 1919 por Alfonso XII, pero rehecho en 1989, es el que va a acoger la anunciada exposición. Ésta engrosará los fondos, ricos de por sí, que alberga el museo de forma permanente, y que proceden de las tres ciudades principales de los arévacos, que era la tribu que ejercía una cierta primacía sobre otros grupos de la zona (pelendones, lusones, titos, bellos...). Esas tres ciudades eran Numancia, Uxama y Termes, uncidas por un paisaje esencial y duro, pero no exento de molicies de verdor y una radiante belleza. 1 Numancia Numancia sigue resistiendo sobre el cerro de la Muela, junto a Garray, a unos cinco kilómetros de la capital soriana. Hace seis años se instaló en las antiguas escuelas un aula arqueológica que ilustra sobre los veinte años de guerras numantinas (de 153 a 133 antes de Cristo) y el asedio final a que fue sometida la población, durante 11 meses, por el general romano Publio Cornelio Escipión. Cercados, sin agua ni víveres, los numantinos eligieron darse muerte antes que perder su libertad. Arriba, a tiro de piedra, está lo que quedó de la ciudad celtíbera, sobre la cual se rehízo un poblado romano. Como apenas restaba otra cosa que la huella de muros y calles, se ha reconstruido, en un extremo, una casa celtíbera y otra romana, además de un fragmento de muralla. A la entrada del sitio, junto a obeliscos y lápidas rimbombantes de otras épocas, una casa de recepción afina las claves para quienes visitan el recinto. 2 Uxama La ciudad arévaco-romana de Uxama Argaela se encuentra en un cerro que el río Ucero separa del actual El Burgo de Osma. Allí se ha excavado poco. Apenas se ciernen los arranques de alguna vivienda, los del foro y algún resto de aljibe (había más de veinte). Para hacerse idea de lo que fue esa ciudad hay que acercarse al Hospital de San Agustín, en la plaza mayor de El Burgo de Osma, donde se ha instalado la correspondiente aula arqueológica. La ciudad romana fue reemplazada por una población visigoda, y luego hubo un núcleo musulmán (quedan algunas atalayas y un castillo). Pero después de la reconquista cristiana, la población descendió al burgo medieval al pie del cerro. Este burgo prosperó notablemente, al convertirse en lugar de peregrinaje, gracias al sepulcro de un obispo cluniacense tenido por santo, Pedro de Osma, que fue quien inició la catedral en el siglo XII. El Burgo de Osma mantiene su esqueleto medieval, notables edificios episcopales (palacio, Universidad de Santa Catalina, Hospital de San Agustín) y es una de esas ciudades secretas conmovedoras y diáfanas de la vieja Castilla. 3 Tiermes La Termes celtíbera (que el habla romance transformó en Tiermes, o Termancia) ocupa una meseta desolada y alta (1.300 metros) de suelo pobre y clima extremo. Eso hizo que la aldea medieval, heredera del núcleo romano, fuera abandonada hacia el siglo XVI. La soledad y el olvido la borraron de los mapas. Sólo en 1930, Blas Taracena alertó de la importancia del sitio, y como la ciudad estaba excavada en roca arenisca y se mantenía soterrada bajo el sedimento de los siglos, llegó a llamarla enfáticamente "la Pompeya española". A partir de 1975 empezaron las excavaciones en serio -dicen que la reina Sofía vino a hacer prácticas, pero no es cierto-. El artífice de la resurrección de Tiermes fue José Luis Argente, fallecido joven hace seis años. A él se deben varias campañas de excavación, una guía, un museo de sitio con almacenes y dependencias anexos para los arqueólogos, e incluso apoyo para que se construyese un complejo hotelero en forma de villa romana, que es donde se celebra cada plenilunio el lughnassad en honor del dios Lugh, con participación a veces de grupos de música celta. La visita a Tiermes debe empezar por el interesante museo de sitio, donde un audiovisual personaliza la peripecia del lugar. Las ruinas, en torno a una iglesia románica -lo único que quedó del poblado medieval-, siguen siendo puestas a punto por los arqueólogos. Impresionan las puertas de acceso, labradas en la arenisca roja; el acueducto que traía el agua del río Pedro hasta el depósito, o los silos para grano, también cavados en la roca.
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  • Una exposición invita a visitar los vestigios de Celtiberia
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  • Numancia-Roma, partido de vuelta
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