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HACÍA MUCHOS AÑOS que no viajaba al lugar donde nací, Serón, provincia de Almería. Pasé allí hasta los 14 años; ahora tengo 65 y vivo en Cataluña, donde soy feliz. Entonces aquella zona del sur era muy pobre. Quiero expresar mi agradecimiento a las personas que cuidaron de las tierras, porque las tienen como jardines, con almendros y muchos olivos. También me gustaría invitar a los viajeros a que conozcan las montañas de la sierra de Serón y Las Menas. Son inmensas; llenas de pinos, carrascas, chopos y álamos. La vista no tiene fin. El silencio es una gozada, y también el canto de los pájaros. En Las Menas, antes se trabajaba en la extracción de mineral de hierro. Cerradas las minas en 1968, hoy hay un hotel, apartamentos, un cámping, y las carreteras perfectas para llegar hasta un paisaje respetado.
Si un día se deciden a conocer las montañas que unen Tíjola, Bacares y Las Menas, bajando a Serón, no olvidarán ese entorno: en primavera, la retama y la aliaga en flor, con olores que surgen de las profundidades. Desde pequeña no había vuelto a ver las flores así. Sentí una emoción muy grande y también rabia al recordar la vida tan dura de aquella época. Pero entonces como ahora se distinguen muy bien las estrellas: el carro, la osa mayor y la osa menor. Grandísimas. Es para enamorarse de los astros.
Desde la lejanía de mi domicilio actual rememoro a los mineros que un día no muy lejano hacían a pie el camino hasta esas queridas montañas para cumplir con su jornada de trabajo. "Caminante, no hay camino. / Se hace camino al andar".
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