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Por culpa de un capricho. Así nació Kasbah Tamadot como hotel de lujo a 40 minutos al sur de Marraquech. Al magnate británico Richard Branson, fundador del grupo empresarial Virgin, ya no le quedaba nada nuevo por hacer cuando, en 1998, su madre se enamoró de este suntuoso palacete morisco amurallado y convenció a su hijo de que el Kasbah era el juguete que faltaba en su colección de hoteles paradisíacos. Rodeado de un caudaloso río y con vistas a los picos coronados de nieve del Atlas, este hotel surge como un oasis en medio del desierto. Una ecléctica serie de elementos y antigüedades, que incluye techo enmaderado, antiguas arcas, armarios tallados y un muestrario de curiosidades que dan la auténtica y más genuina idea de lo que se entiende por el lujo árabe.
El edificio principal alberga 15 dormitorios ambientados con pufs, sillones y un pequeño mueble tradicional que hace la función de minibar. El té de menta puede ser preparado en la habitación, siempre y cuando apetezca. Otras seis suites y una gran suite con piscina propia otorgan la justa medida del paraíso al extender sus vistas a la alberca, surtida con tumbonas y mesitas al gusto magrebí.
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