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  • Mientras la costa mediterránea se atesta de resorts y macrohoteles vacacionales, algunos de sus residentes extranjeros suplen la pérdida de tranquilidad con los dividendos que reporta el alquiler de sus casas durante los meses de verano. En Altea, el francés Antoine Tony Caparo viene de acondicionar su caserón del casco viejo como un hotelito de seis habitaciones para esa clientela errática que busca alojamiento en el último momento o que prefiere el remanso de una calleja al guirigay nocturno de la primera línea de playa. Y, aunque el tubo de escape de las motos rebervera periódicamente en las fachadas encaladas del Carrer Salva, el vecindario permanece la mayor parte del día en silencio tibio y recato prudente del cogollo pintoresco turístico que rodea a la iglesia de la Mare de Deu del Consol. Ábaco Inn apenas se distingue entre el caserío por una placa de madera labrada junto al portón de entrada, que se encuentra muy cerca de la plaza de la Creu. Cinco ventanos de rejería bien prendidos de macetas lo enmarcan. Como en un pueblecito andaluz de tablao flamenco y artesanía magrebí, en Altea la Vieja está de moda lo arábigo cañí. Nada alejado, por cierto, del barroquismo afrancesado que visten sus interiores, resumidos para la clientela alojada en un zaguán compartido por el vestíbulo, el mostrador de recepción, el salón y el comedor de desayunos. El volumen admite un par de dormitorios en la entreplanta y otros cuatro en el plano superior. Amplias y confortables, las seis habitaciones descubren a través de su propuesta decorativa la personalidad y el buen gusto de su propietario. America Cup, en tonos azules, reúne una galería de fotografías enmarcadas con los duelos regatistas de la pasada edición de la Copa América de vela. César es una fideuá de mármol romano, rejería italiana y evocaciones pictóricas de Buonarotti. Vieja Habana parece una interpretación canalla del cabaré cubano. Kashbah recrea la picardía de un serrallo marroquí. Mientras que Moulin Rouge y Provence atemperan los ramalazos anteriores con el savoir faire que se le supone al interiorismo transpirenaico. Todas incluyen camas de buen apresto y un servicio de preparación de baño con sales y aromaterapia si se solicita con antelación. Ello dentro de una bañera de hidromasaje y unos cosméticos de baratillo nada apropiados al sibarítico ofrecimiento. Tampoco el somero bufé de desayuno, en una mesa en la que apenas cabe un plato, rapta los sentidos. El elevado precio de la estancia, determinado por el tirón de Altea en verano, esconde suculentas rebajas ante la falta de clientela estable durante la mayor parte del año. En parte porque, a partir de las 14.00 horas, el hotelito cierra sus puertas a cal y canto. Ocupar la habitación reservada exige llamar a Tony Caparo al número de móvil 627 13 85 60.
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  • ÁBACO INN, seis habitaciones en una casa blanca de Altea
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  • Veraneo de vecindario
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