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  • Camina / no corras / eres lo que comes / juega más / únete / exprésate / imagina más / diviértete más / zapato cómodo, casa simple, comida sana / ten una mente abierta / que la inspiración te coja trabajando". Con este manifiesto indie, la firma de calzado Camper pisa por primera vez el planeta turístico y abre un hotel de diseño en el barrio más cosmopolita y multirracial de Barcelona. A un paso de las Ramblas, junto a su zapatería de lujo y en el mismo edificio que el restaurante conceptual Camper FoodBall, la fachada decimonónica de la nueva Casa Camper encubre tras su racionalismo el estilo desenfadado y un punto provocador que la empresa mallorquina quiere para su proyecto de expansión hotelera. Fernando Amat, alma mater de Vinçon, ha recreado en su interior esa iconografía libertaria que hace reconocibles sus escaparates, llenos de utensilios caseros, cotidianos y eminentemente prácticos. Algo que se intuye de refilón al pasar frente al acristalamiento de la entrada, cerrada electrónicamente a cal y canto. Sólo con reserva previa o intenciones declaradas de pasar aquí una noche, una amable recepcionista en estricto uniforme acepta pulsar el botón de apertura. El ras de calle se convierte en un espacio diáfano y polivalente que disuelve, como un decorado de bambalinas, los lindes funcionales del vestíbulo, el comedor, la sala de lectura y aun de la cocina, con una propuesta de sírvete-tú-mismo gratis a cualquier hora del día... y de la noche. Camper añade así otra proclama inconformista al ya de por sí subvertido panorama hotelero de la capital catalana, un rol de enfant terrible que le viene al pelo en su marketing internacional. Tras una imagen rebelde, el hotel quiere inyectar optimismo y modo de vida alternativo a los jóvenes: "Baja caminando, es más sano". Jardín vertical Distribuidas en cinco plantas, las 25 habitaciones se organizan a través de un corredor que separa el dormitorio y el baño, por un lado, y una salita de estar con sofá y pantalla plana de televisión, por el otro. Las alcobas miran a un jardín vertical formado por 117 macetas de aspidistras que las aíslan de la calle, según los cánones de la arquitectura bioclimática. Bajo el eslogan "Shaker inspiration", un carril recorre la pared para colgar en ella cosas tan simpáticas como una escalera pequeña o una lámpara móvil. Pero hay más: el agua del grifo utilizada en el lavabo es reutilizada en el retrete y, por razones igualmente ecológicas, está prohibido fumar en todo el hotel. En el armario abierto se guarda un par de wabis (genuinas pantuflas de la marca Camper), a mayor comodidad de los huéspedes. Enfrente, el salón abre su ventana a la calle Elisabets con una hamaca tropical desde la que echarle un pulso cotidiano a la ciudad. Un plano de Barcelona ilustrado por América Sánchez cuelga de la pared. Arriba, en la azotea, las mañanas del Camper permiten observar de incógnito el perfil vanguardista del Macba (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), un tramo de las Ramblas y ese hervidero multicultural que hoy da vida y color al barrio del Raval.
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  • CASA CAMPER cambia el paso del 'disseny' en el Raval de Barcelona
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  • Un hotel simpático y esnob
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