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  • Cuando un restaurante alcanza su décimo aniversario con el apoyo de su clientela, detrás de su trabajo hay razones que lo justifican. O, dicho de otra manera, la probabilidad de que en sus mesas se coma bien es bastante alta. Con algunos altibajos y las ideas tan claras como al principio, El Oso evoca el ambiente de las sidrerías norteñas, fiel a un puñado de recetas de la cocina tradicional asturiana. Sus responsables, María Lorenzo y Pepe Villan ueva, mantienen la casa en la línea de siempre, con platos poco dados a sutilezas, pero con la firme obsesión de mantener la calidad de las materias primas, el atributo más importante que en los tiempos que corren puede atesorar un restaurante. Si sus cocinas dejaran de lado parte de la rutina y actualizaran algunos detalles, subiría no pocos enteros. Tan marcadas son las diferencias entre algunos de sus platos que casi parece que los elaboran manos distintas. No es fácil entender que las patatas de un sencillo revuelto lleguen a la mesa medio cocidas, insulsas y pasadas de grasa. O que los escalopines al queso de cabrales se presenten resecos y anulados por la contundencia de la salsa. El 'pixin', la estrella Por el contrario, el jamón y el lomo de Joselito son soberbios; las anchoas con aguacate, magníficas, y las manitas de cerdo deshuesadas, suculentas. Los habituales no ignoran que el pixin (rape) constituye uno de los grandes hitos de este establecimiento. Al horno, cubierto por un suave refrito de aceite de oliva con ajos, exhala jugos abundantes. Rebozado y frito en rodajas, tampoco deja de entusiasmar. Cada mediodía, incluso en verano, desfilan por su comedor platos de cuchara tan correctos como la fabada y las fabes con almejas. Y por supuesto, pescados como la merluza y el bacalao a la romana. Fuera de carta suele figurar una especialidad que apenas se anuncia, el rollo de bonito, similar a los mejores asturianos. En el resto de las sugerencias se prodigan los dientes de sierra: las albóndigas de rabo están algo secas, las croquetas de caviar de oricios presentan una masa contundente y la receta de los pimientos rellenos de calamares no está conseguida. Desilusiona el chuletón de vaca a la parrilla, tierno, pero sin el sabor esperable, y emocionan las patatas, crujientes y muy bien fritas en un aceite de oliva limpio.
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  • EL OSO se consolida en Madrid con el rape al horno y las mejores materias primas
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  • Una década de tradición asturiana
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