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  • En la particular regata que disputa la industria turística valenciana por sacar ventaja de la Copa del América de vela, prevista para el año 2007, el último hotel en izar trapo marca el rumbo a la regeneración urbanística de la playa de las Arenas. Es un cubo de cuatro plantas y perfil acendrado, en la ola minimalista actual, proveniente del restauro arquitectónico de aquel grupo de hostales que abría hace un tiempo la fachada marítima de la Malvarrosa, descrita por Manuel Vicent en una de sus novelas más celebradas. No hay concesiones a la nostalgia mientras duren los preparativos del gran evento náutico, pero el renacimiento de esta franja litoral al rebufo de las obras proyectadas en las instalaciones portuarias devolverá a la ciudad un ambiente costumbrista y mundano afianzado a su memoria histórica. Zonas de baños, paseos para deambular, correr o andar, terrazas para copear de noche frente al oleaje... Neptuno, dios del mar. Tras esa deidad mediterránea se presenta un hotel contemporáneo, sin aristas de masificación playera, de líneas neutras y diseño conceptual. Un lugar para instalarse en la modernidad. Todo el ras de calle constituye un espacio diáfano compartido por el vestíbulo, presidido por un mural de Audrey Hepburn y otro del pintor Ripollés; el bar, colorista, ocluido por una lámina de agua que evoca la mediterraneidad de Valencia; el hueco de los ascensores panorámicos, convertidos en una especie de jardín japonés lleno de bambúes y cortinas líquidas; al fondo, el restaurante Tridente, especializado en arroces y pescados, con una extensión de terraza abierta hacia la playa. En la parte de arriba, las habitaciones aproan una estética tecno susceptible de ser interpretada como una metáfora del futuro que le espera a la capital tras su designación como sede de la America's Cup. Monitor plano de televisión, acceso a Internet de banda ancha por red local, sillón giratorio frente a la mesa de trabajo, como si se estuviera en la oficina... Por ello resulta difícilmente justificable la deficiente insonorización de todo el edificio, condición sine qua non de la arquitectura hi-tech. A partir de las ocho de la mañana no hay quien pegue ojo ante el tráfago de la ciudad en obras. Lo mejor es atrincherarse en aquellos dormitorios que dan a la playa, menos expuestos a los ruidos de la calle y más a la atrabiliaria contemplación del mar. De no ser factible, siempre quedará el regusto de haberlo oteado desde la azotea, repantigado sobre una de las tumbonas del jacuzzi. Este espacio permanece cerrado de noche por si alguien cayera en la tentación de subirse a dormir cuando el mercurio se pasa de grados.
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  • HOTEL NEPTUNO, estructura cúbica frente a la playa valenciana de las Arenas
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  • La Copa del América, desde la azotea
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