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EL DOMINIO TECNOLÓGICO y económico de las marcas japonesas en las motos de media y alta cilindrada ha obligado a los fabricantes más clásicos, como Harley Davidson, BMW, Ducati y Triumph, a centrarse en categorías minoritarias que resalten su filosofía y exclusividad para poder sobrevivir. La nueva Triumph Bonneville Speedmaster es un buen exponente. Cuesta 9.960 euros y ofrece un comportamiento sorprendente y una estética atractiva con mucha personalidad, pero en el precio se adquiere también una pequeña parte de la historia del motociclismo: la primera Triumph salió en 1904.
La Speedmaster se puede definir como una Cruiser-custom, motos con suaves matices deportivos tal y como entienden este concepto los estadounidenses. Es larga y baja, lleva la horquilla delantera bastante inclinada (33º de lanzamiento) y tiene unos acabados sencillos, aunque de calidad impecable. Las llantas son de aleación (en vez de radios) y aportan una imagen más moderna y deportiva. Pero tiene una instrumentación elemental: velocímetro, un cuentakilómetros grande y clásico, y un pequeño cuentarrevoluciones situado en una bandeja encima del depósito junto al tapón de la gasolina.
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