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Aunque el auge de los diésel ha restado protagonismo a los motores de gasolina, los fabricantes están desarrollando nuevos propulsores que ofrecerán rendimientos y consumos similares a los turbodiésel.
Una de las ideas más innovadoras es la que propone VW con el Golf 1.4 TSi, que saldrá a la venta en 2006. El principio básico consiste en reducir un 30% la cilindrada para mejorar un 15% el consumo sin perder potencia. Para lograrlo se utiliza un compresor volumétrico y un turbo. El primero actúa a bajas revoluciones para compensar la pérdida de empuje que provoca la reducción de la cilindrada. Después, a medio régimen, entra en accción el turbo. El resultado es un motor de sólo 1.4 litros que rinde 180 CV, apenas gasta 7,2 litros de media y tiene unas emisones de 173 g/km de CO2. Y todo con un tamaño y peso inferiores que permiten aprovechar mejor el espacio.
BMW, por su parte, trabaja en una nueva inyección de alta precisión que reducirá un 10% el consumo de todos los motores de gasolina de su gama actual. El sistema permitirá sacar el máximo rendimiento a las inyecciones directas de gasolina y aprovechar mejor las nuevas gasolinas sin azufre que se comercializan desde enero en toda Europa. Además, la marca alemana adoptará un dispositivo de recuperación de la energía de la frenada para alimentar los accesorios del coche y reducir la potencia que absorbe ahora el alternador. Y también incluirá en sus modelos el dispositivo de arranque y parada Stop & Go, que ya ofrece Citroën en los C2 y C3: para el motor en los semáforos y atascos para no contaminar. Mercedes, Toyota y otras marcas tienen previsto también ofrecer tecnologías similares a corto plazo: la mayoría se popularizarán antes de 2008 para cumplir la futura normativa europea de emisiones.
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