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  • Como su nombre anticipa, el hotel goza de un emplazamiento privilegiado en pleno centro histórico de Girona, mimetizado entre las piedras que estructuran el call judío, a dos pasos de la catedral. Notoriedad tiene en el vecindario por su fachada de mampuesto y su arco románico, pero mucho más por la dificultad que ofrece su acceso en automóvil, intrincado y cuesta arriba, expuesto a los raspones de unas esquinas diseñadas en la época medieval, cuando el paso de personas y pequeños carruajes no exigía mayores holguras. Afortunadamente, el Barri Vell es hoy peatonal y sólo se permite el tránsito motorizado a los residentes y huéspedes del hotel. Casilda Cruz y su familia lo regentan con aplomo hostelero tras la experiencia adquirida en el alquiler de unos apartamentos contiguos, añadidos ahora al negocio cardinal. Según consta en algún legajo administrativo, la casa data del siglo IX, aunque atesora en la antesala del comedor una pila romana del siglo III, entre otros vestigios históricos. En su rescate, los dueños han gastado más de cinco años con la lupa arrimada a cada piedra, cada viga, cada intersticio de lo que orgullosamente proclaman como su vivienda personal. No en vano, el día en familia discurre con solemnidad en el salón de estar del hotel, y los domingos, frente al televisor encendido del vestíbulo-recepción. David Trueba, Ariadna Gil y todo el equipo de rodaje de la película Soldados de Salamina pudieron apreciarlo los días que estuvieron aquí alojados. El edificio entero se sostiene por un vástago de hormigón en espiral que conforma la escalera, rematada por una barandilla de acero cromado y decorada a su pie con planigramas retroiluminados de Girona, vulgar para un establecimiento que pretende cuidar las formas. Abunda también la madera y la piedra vista, en contraste con el tratamiento minimalista de los enseres. Diseño escandinavo Los dormitorios sirven al objeto de pasar la noche entre los bandullos medievales de la ciudad, cerca de todo y libre de nada, interpretación rústica del diseño escandinavo al uso. No desagradan, pero tampoco emocionan. Los cuartos de baño, alicatados hasta el techo, parpadean un cromatismo exagerado. Pero los elementos, en general, encajan y funcionan. Incluso algunos provocan, como la bañera redonda de la junior suite. Lo peor es la proximidad del campanario catedralicio, cuyo programa de badajadas golpea los oídos sistemáticamente cada cuarto de hora, sin piedad siquiera durante la madrugada. No hay quien pegue ojo: cada 15 minutos, un sobresalto. Y pese a las frecuentes quejas de los huéspedes o los desvelos de doña Casilda por asegurar el descanso de su clientela, el obispado hace oídos sordos (¿será posible?), incumpliendo la actual normativa de contaminación acústica.
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  • HISTÒRIC, un hotel familiar en el casco antiguo de la ciudad catalana
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  • Paseo monumental por Girona
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