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  • Este invierno, quien planee una incursión por el valle oscense de Tena habrá de reparar a su paso por Biescas en un nuevo edificio que se aleja de esa evocación romántica por la que se reconocen muchos hoteles de montaña. La familia Lacruz ha invertido sus caudales en un proyecto arquitectónico valiente con el objetivo bien pensado de abrir el alojamiento a la naturaleza en lugar de protegerse contra ella. A orillas del parque nacional de Ordesa, busca espacios abiertos y luminosos para el solaz de excursionistas, montañeros o viajeros en temporada baja. Francisco Lacruz Abad, hijo del propietario y a la sazón arquitecto, defiende en sus proyectos la contemplación panorámica de la montaña desde cualquiera de los rincones, tras los balcones, en las estancias, sobre las camas... Razón no le falta. La tecnología al uso abriga con suficiencia el edificio del exterior, por increíble que parezca detrás de los cristales. Un generoso vestíbulo encamina al huésped hacia la recepción, primero, y al centro de las zonas comunes, presidida por una chimenea de doble cara diseñada como una pieza escultórica. El hilo minimal se devana en los salones, la zona fitness y el escenario de la piscina climatizada, entre listones de madera y segmentos de hormigón visto, respuesta invernal a la otra piscina descubierta que se columbra sobre el parterre alrededor del edificio, acharolado de hierba y mogotes arbustivos. Ningún detalle escapa a la orfebrería conceptual de los propietarios. Ni el rigor de la obra gráfica expuesta en las paredes, firmada por conocidos pintores regionales. Ni la intención artística de las barandas que decoran la cortina de agua en el jardín. Baño de burbujas En la horizontalidad del edificio, fragmentado en varios cuerpos, se suceden los dormitorios y los mamparos de madera que dibujan sus balcones y terrazas. Líneas puras para no distraer la retina de lo realmente importante aquí: la grandiosidad de la montaña pirenaica. El resto huele a nuevo y sabe a recetario doméstico. Entarimado de madera, escritorio somero, cabeceros geométricos, camas de 2×2, fundas nórdicas, almohadas a la carta y bañeras de hidromasaje bajo lucernarios. Cuatro de ellos con terraza independiente y baño de burbujas cuentan, hoy por hoy, con las máximas preferencias de la clientela. Queda por realizar el rodaje y ajuste de la restauración en los dos comedores del hotel. Especialmente el de los bufés de desayuno, merecedores de más atención culinaria y un servicio en mesa más personalizado. No en vano los hermanos Eduardo y Raquel Lacruz regentan también otro local de cazuela en Biescas: La Lifara.
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  • Diario El País S.L.
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  • HOTEL TIERRA DE BIESCAS, una propuesta de madera, hormigón y grandes vistas
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  • Arquitectura pirenaica puesta al día
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