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  • Detrás de una fachada inaparente, medio escondida en el barrio madrileño de Argüelles, se encuentra esta modesta casa de comidas italiana que podría definirse como un santuario trufero. Su propietario y cocinero, Marco di Tullio, recibe semanalmente desde Italia los contingentes que necesita para poner a punto sus platos. Le llegan directamente de su hermano Vitale, dedicado a la recolección y comercialización de estos preciados hongos subterráneos, quien le provee de las mejores piezas al coste justo del mercado. Ninguna otra razón explica que sus recetas con trufas tengan precios tan ajustados. Justo ahora, en plena temporada, triunfan las cotizadísimas blancas del Piamonte (túber magnátum), que se rallan con profusión a pie de mesa a pesar de que su coste ronda los 2.000 euros el kilogramo. Quizá sobre un espectacular risotto (arroz) con boletos, impecable de punto, que se elabora con arroz arborio. O tal vez encima de pastas como los suculentos tagliolini, de sabor intenso y un punto de cocción perfecto. 'Tartufi uncinati' en otoño La posición de Di Tullio en este mundillo es tan privilegiada que a lo largo del año consigue proveerse hasta de nueve variedades distintas del país vecino. Propias del otoño son también las tartufi uncinati, más aromáticas que las insípidas trufas negras de verano, que ralla con éxito sobre algunas pastas, incluidos los tagliolini. El mayor mérito de su cocina, puramente artesana, es que todo se hace al momento. Nada de pastas o arroces precocidos, resabio habitual en tantos restaurantes italianos. En su carta figuran cuatro bloques de recetas, entre burguesas y populares (entrantes, ensaladas, pastas y carnes), que casi se olvidan de los pescados y provienen de distintas regiones de Italia. Para empezar están bien su estrudel de verduras, la tartita de alcachofas y la tagliatta de bonito al horno. Y para seguir, alguna de sus pastas. Con trufas ralladas o sin ellas, casi todas merecen elogios. Así sucede con los espaguetis vongole (almejas), muy finos, o con los ravioles de queso ricotta, salsa de tomate y espinacas al pesto. Al final, un surtido de carnes no demasiado encandilantes. Al típico oso buco, que se acompaña de un gran arroz a la milanesa, le falta tiempo de cocción y le sobra gusto a cítricos, mientras que los medallones de ternera con queso provola y berenjenas no pasan de correctos.
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  • CASA MARCO, 'trattoria' madrileña, recibe los hongos de cada estación desde Italia
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  • Un santuario de la trufa en Argüelles
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