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  • Los jugadores de golf tienen a veces dificultades para encontrar campos como Dios manda, adaptados a su entorno natural. Por desgracia, un buen número de los que se han abierto en los últimos años -salvo los públicos- suelen ser una excusa para recalificar suelo rústico. Ocurre a menudo en España. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, están paralizados proyectos para edificar más de 105.000 viviendas sobre 60 millones de metros cuadrados de 28 municipios, en torno a otros tantos campos de golf. El Parlamento Europeo ha pedido que se mantenga su moratoria hasta que entre en vigor una nueva ley del suelo que ponga un poco de orden. Ante la falta de campos públicos, el aficionado se ve obligado a jugar entre paredes de ladrillos y edificios a cual más monótono y vulgar. Portugal no escapa a esta epidemia, pero, a diferencia de España, el jugador que camina por sus campos de golf disfruta de destellos arquitectónicos de modernidad y buen gusto. Por ejemplo, en los campos de Belas, Quinta de Beloura y Oitavos, a poco más de 20 kilómetros de Lisboa, entre Sintra, Cascais y Estoril. Esas ráfagas de originalidad se perciben hasta en las casas-club, muy diferentes de esos edificios ostentosos y cursis, más indicados para festejos multitudinarios que para cobijar al auténtico jugador. El golfista se contenta con unos buenos vestuarios y un rincón acogedor, a ser posible con vistas, para relajarse después de recorrer más de siete kilómetros arrastrando el carrito de los palos. La casa-club de Oitavos, un maravilloso campo de golf pegado al Atlántico en el mejor estilo de los links escoceses, es una muestra de buena arquitectura (obra de Arthur Hills). Pese a figurar entre los clubes de golf exclusivos (el green fee, la cuota para jugar, vale 150 euros), el edificio es sencillo, pequeño, funcional y transparente, un pequeño hito traslúcido en el mar de dunas vivas protegidas que envuelve Oitavos. Resulta delicioso tomar un oporto o un buen café en su restaurante y divisar la fuga del sol entre los pinos. Belas o Quinta da Beloura son otras dos muestras de la expansión urbanística de Lisboa donde se detectan ráfagas de originalidad y buen gusto. Por ejemplo, la casa obra de los arquitectos Conceição de Macedo y Dante de Macedo, concebida con un sentido de los volúmenes austero y volcada no hacia el césped del campo, como suele ser habitual, sino hacia un patio dominado por la piscina. Es cierto que esta casa de Beloura en Sintra comparte el recorrido del campo de golf con otras viviendas que emulan templos romanos, pero también es cierto que, tanto en este campo como en Oitavos, faltan dedos para anotar muestras de arquitectura de vanguardia. Esta inquietud por el buen gusto se observa también en Belas, aunque aquí es dominante el furor del ladrillo en altura. - www.estorilsintragolf.net.
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  • Diario El País S.L.
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  • Belas, Oitavos y Quinta da Beloura, tres campos de golf especiales
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  • 'Swing' portugués
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