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  • Al pie del telecabina que asciende desde Panticosa a las pistas de esquí y a los ibones glaciares de Asnos y Sabocos, Abelardo Belio y su mujer se han empleado con tesón, generosidad y mucho tacto personal para sacar adelante un negocio que se les había puesto cuesta arriba desde sus inicios, hace poco más de una década. Y bien sabe el propietario, a la vez instructor de esquí en la estación panticuta, que aquí las cuestas arriba se alivian en telesilla. Su hotel Sabocos, sin salirnos del argot deportivo, rema ahora por nieve virgen hacia pendientes más cómodas, donde serpea una clientela fiel a los hoteles pequeños y familiares, asequibles a cualquier bolsillo de esquiador en invierno o senderista en verano. El edificio como tal no es un dechado de audacia, pero se mimetiza discretamente en el pintoresco diagrama callejero de Panticosa, un pueblecito de apenas 200 habitantes situado a 1.200 metros de altitud, en uno de los capilares laterales del valle de Tena. Posee un tejado de pizarra a dos aguas y una fachada revocada en tonos ocres. Sus interiores no merecerán seguramente una foto de recuerdo, aunque encierran algunos detalles hogareños muy apreciados por los asiduos a la casa, más interesados en el palique con los dueños que en otros devaneos estéticos. Falta un salón con chimenea donde aposentarse a leer o charlar, y eso que la barra del bar ayuda lo suyo a hacer boca para la cena. El batiburrillo de luminarias en el comedor, cada una de una intensidad, tipología y tonalidad distintas, pone el contrapunto a la extrema simplicidad del menú, poco entonado para saciar el apetito orgánico de los hoteles con encanto. Semejante variedad lumínica decora también los 28 dormitorios: plafón de bajo consumo, lámpara de pie de forja, halógenos cenitales en la entrada y apliques de abuela sobre los tálamos. Hay sitio medido para moverse con el aparataje de esquí y aun para sentarse alrededor de una mesa camilla o un sillón multifuncional, según el caso. Un escenario de libro Entre apreturas se distinguen con nitidez el entarimado de madera, la carpintería de pino y los cuadritos de láminas campestres inglesas. Un escenario rústico de libro. Más fríos se antojan los cuartos de baño: cosméticos de sobre, toallas de escaso gramaje y ducha caliente a espasmos. El lavabo carece de repisa para depositar el neceser, a pesar de que en la alcoba sí se observa una peana fijada a la pared donde se apoya la caja negra del televisor. Tantos inconvenientes no amilanan a la clientela de toda la vida, que ve en los Belio el tipo de matrimonio capaz de dar acogida con sencillez antes que por negocio, con haberes sensibles frente a los fungibles, afanosos y no mirados. Después de todo, el esquiador en familia pide únicamente un refresco a media tarde, una cena alimenticia y..., hale, a la cama.
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  • HOTEL SABACOS, alojamiento económico al pie del telecabina de Panticosa
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  • Refugio para esquiadores y senderistas
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