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  • Imposible una mejor ubicación. La nueva posada de Paco Somoza -arquitecto y propietario del hotel La Cartería, unos metros calle abajo- aprovecha los muros de una casa solariega construida en el siglo XV sobre la muralla del castillo y el Baluarte de los Portugueses, contiguo a las iglesias de Santa María del Azogue y San Cayetano, en la mismísima plaza Mayor de Puebla de Sanabria. Su leyenda habla de tesoros y pasadizos que permitían a sus moradores huir de los asedios, nada evidente tras el look contemporáneo que ha recibido de fachada adentro. Lejos de reproducir el canon restaurador de moda en el pueblo, el autor del también conceptual NH Palacio del Duero, en Zamora, se ha atrevido con una propuesta decorativa inconformista e inteligente basada en el uso de materiales económicos con mucha fuerza visual. Vidrios, plásticos, aluminio... Si acaso, empañada por ciertos vicios en el acabado (zócalos sin ajustar, juntas despegadas), seguramente debidos al apresuramiento. Somoza aprovecha bien el tiempo y los resquicios que le cede la estrecha planta del edificio para orquestar a ras de calle un ámbito algo confuso, pero muy utilitario, en el que comulgan un pequeño recibidor, una minirrecepción, la barra de bar y el restaurante. Demasiado movimiento en tan poco espacio, desde luego. Esta última pieza, desapegada del caserón y apretada para dar cabida a las mesas que requieren las 15 habitaciones, forma un voladizo sobre el paseo de ronda sanabrés detenido en una portentosa cristalera con vistas al valle. El ambiente aquí es acogedor, íntimo, aunque la carta augura sabores que luego decepcionan. El desayuno es un bufé al uso, sin ambición ni encanto. Y respecto a la ambientación musical, pase que se escuche a Eros Ramazzotti o a los niños cantores de El Escorial, pero ambos al unísono, cada uno por un altavoz... Escalonados en dos alturas, los dormitorios integran en un espacio mínimo destellos de confort urbano y reciedumbre histórica. Quizá por su originalidad y diseño, el mobiliario lo invade todo en un alarde de efectismo innecesario, al igual que las acuarelas -algunas notables- del propietario. Otros grabados de Mariscal, Ceesepe y Jacobo Pérez Enciso reclaman igualmente una ojeada. El número 11, abuhardillado, destila una atmósfera glamourosa y se expande hacia la plaza a través de una pequeña terraza. El 14, más amplio, cuenta con una barra de bar en piel de vaca. Un apartamento con dos alcobas aprovecha el bajo cubierta para mirar al valle del río Tera desde un altillo. Todos ofrecen monitor LCD de televisión, DVD, cama grande y un cesto de frutas sobre el escritorio. Pero no es de recibo encontrarse el juego de té y la cafetera junto al lavabo, en el cuarto de baño. A las horas suenan religiosamente las campanas de la plaza. No se perciben otros ruidos que el taconeo infrecuente de los viandantes por el parterre.
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  • POSADA DE LAS MISAS, renovación arquitectónica y decorativa en Puebla de Sanabria (Zamora)
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  • Propuesta contemporánea entre muros de piedra
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