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  • Si la colección Wallace y la casa-museo de sir John Soane se encontraran en otra ciudad, coparían los primeros puestos en las guías de viaje. Pero las dos se encuentran en Londres, donde la competencia tiene nombres míticos: National Gallery, British Museum, Royal Academy, Tate. Sin embargo, en nuestro mundo de grandes museos convertidos en multinacionales y pequeños museos de todo a cien, da gusto pasear por las salas de estas dos colecciones que albergan obras de primera y además conservan huellas de la historia social, urbana y artística de Londres. Libros, maquetas y planos La casa-museo de sir John Soane se encuentra en el número 13 de Lincoln's Inn Field, la plaza más grande de Londres o, si se prefiere, el parque más pequeño -antaño hubo un patíbulo-, en el centro mismo de Holborn. Soane (1753-1837), hijo de un albañil de Reading, llegó a ser uno de los arquitectos más distinguidos de su tiempo. En 1788 proyectó el Banco de Inglaterra (hoy desaparecido), a cuyas obras dedicó muchos años de profesión, al mismo tiempo que diseñaba mansiones, iglesias y su propia casa de Lincoln's Inn, todas ellas en el estilo palladiano que dominaba la arquitectura inglesa, aunque con un deje de manierismo. En 1806, al ser elegido profesor y académico de la Royal Academy, Soane reorganizó todos los libros, maquetas, moldes y planos que había acopiado hasta entonces y los dispuso de manera que sus estudiantes pudieran acudir allí y acceder a ellos fácilmente las vísperas y los días siguientes a cada clase. Soane continuó redistribuyendo tanto las piezas relacionadas con su oficio como su colección de antigüedades, artes decorativas, tallas y pintura. Al pasar a manos del Estado para el aprovechamiento de "amateurs y estudiantes de arquitectura, pintura y escultura", Soane pidió que se conservase tal y como la dejó. Por ello, entrar en este edificio casi pompeyano conduce de golpe al Londres de hace dos siglos. En el patio cubierto se dan literalmente codazos cráteras griegas, sarcófagos etruscos, bustos, capiteles góticos, frisos, urnas y un sinfín de antigüedades dispuestas con criterios que hoy nos pueden parecer un disparate. En el primer piso se encuentra la biblioteca, y más arriba, salas abovedadas y decoradas con frescos, lucernarios, hornacinas y un repertorio extenso de molduras clasicistas. Aquí se encuentra lo mejor del museo: las maquetas y los cuadros. Soane coleccionó vistas de Venecia, paisajes, retratos y escenas históricas y literarias, es decir, los géneros pictóricos más populares de su tiempo, y reunió sobre todo pintura inglesa de la segunda mitad del siglo XVIII y de principios del XIX: Reynolds, Turner y Fuseli, entre otros. Pero lo mejor de su colección, lo que deja al visitante pasmado, son dos series de óleos de Hogarth: A Rake's Progress y An Election. Además de estas escenas satíricas que se ríen de la sociedad inglesa del XVIII, Soane se hizo con tres canalettos de primera. Arte en un palacete El paseo de tres cuartos de hora entre la casa-museo de sir John Soane en Holborn y la colección Wallace, en el elegante Marylebone, da a probar el sabor de barrios muy distintos: el burgués Holborn; al norte, Bloomsbury, intelectual y literario; al sur, el Soho (a estas alturas muy poco canalla), y el fino Mayfair. Si se opta por el metro, la parada más cercana a la colección Wallace es la de Bond Street. Sir Richard Wallace, al igual que sir John Soane, legó al Reino Unido su mansión y la colección de arte que contenía. Esta donación, la más importante en la historia del país, se hizo efectiva en 1897. Wallace, hijo ilegítimo del cuarto marqués de Hertford y heredero de su inmensa fortuna, redondeó durante años una de las colecciones familiares más completas del país y la albergó en su residencia, Hertford House, un palacete exento de estilo neoclásico que ocupa la cara norte de Manchester Square. El palacete de por sí merece la visita, no sólo por la cafetería que se ha abierto en el patio cubierto -ideal para un almuerzo-, sino también por la curiosa sensación de sentirse trasladado al ambiente en el que transcurren las obras de Oscar Wilde o Bernard Shaw. Si la casa de sir John Soane resume los gustos de un profesional liberal cuando empezaba a haberlos, la de sir Richard Wallace da fe de la ostentación y el lujo en que vivía un potentado y diletante de la primera aristocracia inglesa cuando tocaba a su fin la era victoriana. Muy en el gusto inglés, que luego cruzaría el Atlántico y se convertiría en señal de sofisticación para los estadounidenses, en la colección Wallace abunda la pintura francesa del siglo XVIII: Watteau, Boucher, el famoso Columpio de Fragonard y, cómo no, cómodas, cristales, bronces, consolas, escritorios, armarios, relojes y otros tantos muebles y objetos de arte. Además de ello, a los Hertford les dio por coleccionar armas, quizá porque eran sobre todo nobleza de toga y no de espada. Pero lo más puntero de la Wallace es la pintura. En las paredes de Hertford House cuelgan la muy sensual Dama del abanico, de Velázquez; el retrato que pintó Rembrandt de su hijo, Titus; los imponentes retratos de Marie de Raet y de Philippe Le Roy, de Van Dyck, y El caballero sonriente, de Frans Hals, además de las acostumbradas veduttas de Canaletto y Guardi.
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  • El museo de John Soane y la colección Wallace
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  • Dos direcciones exquisitas para ver arte
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