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  • El Hada de los Vientos... El Hada de la Bruma... El Hada de las Nieves... El Hada de las Nubes... El Hada de la Brisa... Como en un cuento, estos meteoros dan nombre y textura a los distintos circuitos termales que el spa del hotel promete a sus incondicionales. Similares evocaciones feéricas destila el grafismo corporativo, minimalista y conceptual de sus folletos publicitarios; la impresión al ácido de sus vidrios y paramentos estructurales; la rúbrica poética en la escribanía de las habitaciones, de sus toallas y albornoces. Túnel del Hada: el pasadizo mágico que disuelve el espaldar habitado del pueblo en la hamaca botánica de los montes. Una alfombra de cerezos que estallan en flor durante estos tímidos prolegómenos de la primavera envuelven al pueblo y al hotel. No hay que demorarse en reservar plaza para asistir al gran espectáculo. El llenazo es noticia estos días en todo el Jerte. A través de ese túnel real, y a la vez onírico, se accede a la nueva instalación hotelera, hija de dos viejos caserones comunicados y restaurados en una calle secundaria de la capital del valle. Desde luego, no es lo que se espera del culto turístico por la arquitectura popular. Su artífice, el pintor vasco Josetxo Lamy, propone en ellos un interiorismo sin la audacia estética derrochada en su otra obra reciente en Candelario, la Posada Casa de la Sal, de la que es socio propietario. Algunas luminarias brillan por su diseño contemporáneo, las tapicerías armonizan entre sí en tonos crudos y las camas gozan de generosas dimensiones. Pero la elección del mobiliario parece algo forzada, la iluminación no presta mucho relieve a la arquitectura y la señalización incurre en redundancias innecesarias. Biblioteca y restaurante Lo mejor del hotel espera abajo, en la biblioteca, situada al otro lado del pasaje, y en el ambiente intimista (¿o lánguido?) del comedor, gestionado como negocio independiente por Manu Clemente y su mujer, Isabel Martín, tan delicada en el tono de su conversación como en el servicio de mesa. Una cristalera lo separa de la terraza porticada, luminosa y refrescante en verano, ambientada con sillas de forja, sillones de rattan, pilares de ladrillo visto y lámparas ovoides de Terzani, además de las diseñadas por Castellani & Smith y Metalarte según el proyecto de Mikel Setién. Es el lugar apropiado para una sobremesa de café con pastas artesanas del Jerte y revistas de decoración. Fuera del edificio, sobre un antiguo huerto de naranjos, resplandece el tapiz verde del jardín y la lámina azul de la piscina de chorros, junto a una pérgola art déco convertida en otro símbolo identitario del hotel. Sobran, qué pena, los tejados de chapa sin gracia y diversos enseres domésticos abandonados por los campos alrededor del pueblo.
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  • TÚNEL DEL HADA, una ventana de estética contemporánea a los cerezos en flor
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  • Ambiente intimista en el valle del Jerte
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