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  • La villa medieval de Marvao se halla posada en la cumbre de un monte a 900 metros de altura, por encima de las dehesas y los valles de la sierra de San Mamede, un paisaje que con la llegada de la primavera alcanza un punto perfecto de verde y flores. El sobrenombre de Nido de las Águilas viene acompañando desde siglos a esta villa blanca del Alentejo portugués, emplazada en el interior de una fortaleza del medievo. Su estrecho recinto amurallado, salpicado de garitas, miradores y matacanes, cobija todo un entramado de callejuelas tortuosas y empinadas, donde se apiñan en hilera las fachadas encaladas de sus casas rematadas con ventanas manuelinas, chimeneas alentejanas y balcones de forja. Por encima de la urbe, clavado en el picacho más expuesto de la cumbre, se alza el fabuloso castillo de Marvao, desde cuya torre del homenaje se alcanza a divisar una de las mejores perspectivas de la comarca, con los perfiles boscosos del parque natural de la sierra de San Mamede, las estribaciones de la sierra de Estrela y las tierras cacereñas de Valencia de Alcántara, al otro lado de la frontera. El acoso de Castilla Este viejo fortín fue mandado construir en 1299 para proteger la frontera del acoso de las tropas castellanas, pero en este privilegiado emplazamiento aéreo ya existía un pueblo fundado por los árabes mucho antes. Se cuenta que un caudillo moro, de nombre Marvan, fue quien mandó crear el primer asentamiento defensivo, allá por el año 770, manteniendo su hegemonía musulmana hasta que don Alfonso Henriques lo conquistó al mando de sus tropas cristianas en 1160. Las recias hechuras de este castillo que confunde sus texturas y colores con la roca que lo aloja se convirtieron en uno de los emplazamientos defensivos más importantes al sur del Tajo. Durante varios siglos, Marvao forjó su historia con la pesadumbre de marcar la frontera con lidias interminables, primero por las disputas entre las huestes musulmanas y cristianas por el favor de la plaza, y, tras la conquista de los cruzados portugueses, contra las tropas castellanas de la orden de Alcántara. Convento y fortaleza La entrada de la villa recibe al viajero con un magnífico cenobio, el convento gótico de Nossa Senhora da Estrela, situado fuera de la fortaleza por estar construido en tiempos de paz. La empinada calle que traspasa las murallas hacia el interior del enclave dirige sus pasos hasta la plaza do Pelourinho, arropada por la belleza arquitectónica de los pazos do Concelho y Prizao y por la torre do Relógio. En el centro de la plazoleta se alza una picota del siglo XVIII, que recuerda el lugar de ajusticiamiento de reos y maleantes. La calle que sube al castillo lleva a la iglesia de Santa María, del siglo XIII, donde, tras su desacralización, se ha montado el Museo Municipal con una interesante colección de restos megalíticos, útiles prehistóricos, restos romanos y todo tipo de enseres y piezas arqueológicas sobre la villa y su comarca. Camino de la zona alta del pueblo, y al borde de la muralla, se halla otra iglesia, la de Santiago, datada en el siglo XV, y tras ella se extienden ladera arriba los mimados jardines que dan acceso a la puerta principal del castillo, levantado en lo más alto del espolón rocoso.
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  • La villa portuguesa brinda una vista panorámica sobre el Alentejo
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  • Marvao, el nido de las águilas
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