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  • Uno de los capítulos menos conocidos del arte mudéjar ha sido objeto de un programa auspiciado por la Unesco, Meda-Euromed Heritage, sobre el arte islámico en el Mediterráneo. El proyecto, titulado Museo sin fronteras, perfila, en uno de sus recorridos, la ruta de las iglesias-fortaleza de la frontera con Castilla. Una suerte de barrera marcial, custodiando las vegas de ríos feudatarios del Ebro por su margen derecha: Jalón, Jiloca y Ribota. ¿Qué pintan allí? Según el profesor Gonzalo M. Borrás, hay que tener en cuenta un par de factores; primero, el papel que jugaron en la repoblación de esos territorios las órdenes militares, cuyos caballeros tenían un pie en el estribo de la milicia y otro en la obediencia religiosa. El segundo factor a tener presente es que el área, aun después de la expulsión de los árabes, seguía siendo una frontera, entre Castilla y Aragón, que mantuvieron, a mediados del siglo XIV, una guerra (como diríamos hoy) de baja intensidad, pero de larga duración. Al inicio de esa guerra, concretamente en 1356, comenzó a levantarse la iglesia de Tobed, a oriente de Calatayud. Un edificio sólido y simple, cuyo aire castrense acentúan cuatro torres que sirven de contrafuertes en cada flanco de la nave. El modelo es singular, hizo fortuna y se repite en otros puntos del recorrido. Uno de los platos fuertes es, desde luego, Calatayud, fundada precisamente por musulmanes hacia el año 862, a una legua escasa de la antigua Bílbilis romana. En su casco viejo siguen manteniendo el tipo tres buenos ejemplos de iglesias mudéjares -hubo más, ya demolidas-. La colegiata de Santa María, que se levantó sobre la mezquita aljama; la iglesia de San Andrés, y la iglesia de San Pedro de los Francos. A pocos kilómetros de Calatayud, en Torralba de Ribota, la iglesia de San Félix repite el esquema de Tobed, con torres adosadas a cada costado de la nave. Más adelante, Aniñón ofrece una estampa abigarrada, con la mole del templo dominando el revoltijo de casas; el muro de poniente, con adornos de cerámica vidriada, brilla como un ascua al caer la tarde. Mahoma Rami Muy cerca asoma Cervera de la Cañada, con su iglesia adosada al perfil de su castillo. En su interior, una inscripción atribuye las obras al maestro Mahoma Rami. Éste es sin duda el alarife mudéjar más notable que trabajó en la región, entre 1404 y 1426. Camino de Daroca, Maluenda conserva dos de las tres iglesias que llegó a tener. En la de Santa María, el alfarje o techumbre esconde una inscripción gótica con el nombre del maestro de obras, Yuçaf Adolmalih. Hay que desviarse a la derecha, poco después de Fuentes de Jiloca, para llegar a Morata de Jiloca. Casi a la entrada del pueblo, la parroquia de San Martín, con una fachada alicatada con estrellas nacaradas, no parece en absoluto una iglesia fortaleza; lo que ocurre es que su estructura castrense queda enmascarada por postizos y ornamentos aplicados después de concluida la guerra con Castilla. Y por fin, Daroca. Allí, entre otros muchos reclamos, habrá que ver, para la intención que nos trae, la torre de Santo Domingo, el ábside de San Juan y sobre todo la Casa del Papa Luna. Pero la propia carnadura de esta ciudad mestiza es todo un alegato de la alta estima en que la sociedad cristiana tenía a los maestros y alarifes de origen islámico.
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  • Viaje por la frontera sagrada, entre Calatayud y Daroca
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