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  • Quién puede precisar cuáles serán los viajes más importantes de nuestra vida? El pasado mes de marzo, cuando inicié este extraordinario recorrido, me di cuenta de que me esperaban más sorpresas que mapas convencionales. El proyecto de recorrer caminando más de 2.000 kilómetros por España puede sonar tan normal como extraño. ¿De dónde podía salir una idea así y qué quería yo conseguir? Creía que era una buena manera de difundir la labor realizada por la Fundación Nelson Mandela para la Infancia en Suráfrica en una España sensible a las penurias de niños menos afortunados que los suyos. Y tenía razón. Al viajar por España, en cada rincón me han asaltado tentaciones de la excelente gastronomía y me han sobrecogido vistas y ejemplos de la conservación del patrimonio histórico. Pero de manera especial me ha acompañado la gente, potenciando la experiencia como el azafrán lo hace con la paella. Después de Toledo, la segunda escala de mi recorrido por las ciudades patrimonio de la humanidad fue Segovia. Me organizaron una visita junto a un grupo de colegiales de diez años, siguiendo el río que bordea la ciudad. Esa mañana, los niños de Segovia, a través de sus inteligentes preguntas, trazaron la línea de partida de mi viaje. Las hoces del Duratón que arrancan en Sepúlveda son un gran secreto natural. Al recorrer este espectacular cañón y caminar por sus alrededores cambié la idea que tenía de los paisajes españoles. La naturaleza me hablaba en voz alta y clara hasta cuando descendía con dificultad por la senda embarrada que, en medio de una niebla terrible, conduce a la cercana ermita de San Frutos, mientras rabiosos vehículos todoterreno me salpicaban de agua turbia. Salamanca debe de ser uno de los mejores ejemplos de cómo organizar a las multitudes de turistas que invaden una ciudad antigua sin impedir que se desarrolle la armonía cotidiana de sus gentes. El furor estudiantil y los turistas de cámara en ristre tienen sus propios inconvenientes. No hay duda de que aquí se ha logrado un equilibrio entre la necesidad de dar servicios tanto a la población como a los visitantes. La conservación del patrimonio histórico y de las costumbres, incluso en pueblos pequeños como Montemayor, situado en la Ruta de la Plata, cerca de Béjar, es algo esencial para esta gran provincia. El momento en el que estreché la mano de un hombre que lleva 50 años confeccionando cestos de mimbre en Montemayor fue muy especial. La dureza de los callos de sus manos sólo era equiparable al orgullo que sentía por conservar una forma de vida, y que puede ser para todos nosotros una importante lección de dignidad. Me sorprendió agradablemente que Ávila haya logrado mantener los valores que comporta la conservación de su ciudad vieja sin olvidar el progreso que exige una población en aumento. Aquí conocí a un muchacho que me describió como "ese loco que va andando" y me ofreció su bicicleta para continuar el viaje, pero al final no me la dejó, porque le pareció que mi barba "era demasiado gris". Al llegar a Santiago de Compostela, los cielos encapotados al principio me confundieron. Seguir el Camino de Santiago con mi guía, Manolo Martínez, de Protección Civil, me produjo una serenidad que no había experimentado en ningún otro lugar. El agua que caía briosa por ríos como el Tambre hablaba de historia. En Cuenca, la inocencia y el valor de sus montañas sólo fueron comparables a los de Fátima, una niña de 10 años. Esta tímida inmigrante vino a traerme su juguete favorito, una canica verde, para que yo se lo diera a algún niño surafricano menos afortunado. Siempre guardaré ese momento, que me parece el más importante de mi vida en el ámbito humanitario. Fátima y su regalo para un niño pobre de Suráfrica se han convertido en un símbolo de mi larga caminata por España. Su generosidad demuestra el valor que tiene dar y compartir. Durante el viaje he disfrutado de momentos de serenidad al caminar solo y de la alegría que proporciona la buena compañía. Como en este momento ustedes no pueden recorrer conmigo esta senda, espero que sí les sea posible unirse a la lucha por nuestros niños, que ni pueden ni tienen la fortuna de contemplar la belleza que hay en los caminos de esta tierra. .
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  • Recorrido a pie por 11 ciudades españolas patrimonio de la humanidad
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  • Una caminata de dos mil kilómetros
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