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  • Desde que, en 1830, el Arsenal Real del Ejército portugués pusiera en marcha el reloj de la torre, su complejo engranaje no ha cesado de dar las horas en el palacio de Queluz, a veinte minutos escasos de Lisboa. Un tic-tac levemente audible desde la explanada y los jardines diseñados en tiempos de João VI, a cuyo regreso de su exilio brasileño observó que todo había sido devastado por las tropas napoleónicas salvo el campanario. Tic-tac, ruido de sables y tañidos de badajo, como los que anunciaron el 28 de julio de 1819 el nacimiento de la princesa Maria da Glória, futura reina de Portugal, madrina en la memoria de la pousada que lleva su nombre. El complejo arquitectónico albergaba por aquella época los aposentos del servicio adscrito a la corte. Con la construcción del palacio lisboeta de Ajuda, a mediados del siglo XIX, Queluz se convirtió en residencia de vacaciones de la familia real, aunque la pujanza estival de Sintra y Cascais acabó por condenarlo al olvido con el consiguiente deterioro. Estilo imperio Parece evidente, después de una concienzuda rehabilitación y metamorfosis turística, el interés de los arquitectos en recrear aquí un ambiente historicista más próximo al rococó que el de otros edificios de su entorno monumental. De muestra, las orlas pintadas en el encuentro de las paredes o la marquetería estilo imperio de los muebles. En los salones prevalecen los estucados, las arañas regias y los cortinajes hasta el suelo. Un coqueto salón de convenciones ocupa el lugar del antiguo teatro, que aún conserva la boca del escenario pintada de verde y el gallinero con su barandilla dorada. Más severos, los dormitorios brindan un espacio muy holgado al huésped, clásico en las viviendas de cierta prosapia, con plafones altos y estucados, molduras variopintas, rodapiés a media altura, suelos de parqué y ventanucos -la mayoría- orientados al palacio y a su cuerpo de guardia. Nada se ve fuera de lugar. Nada desmerece de lo que cabría esperar bajo el marchamo Pousadas de Portugal. Si acaso, sobresalen por sus ditirambos estéticos aquellas que proyectan hacia el exterior un balcón esquinero, con la sala de abluciones revestida de mármol, bañera de burbujas y Boccherini de fondo musical. En un anexo independiente, a cien metros de la pousada, donde antaño funcionaban las cocinas del palacio, el restaurante Cozinha Velha invita cada noche a descubrir platos lusos. Nada como disfrutar de un cordero a la brasa y rematar los postres con una copita de oporto frente a la gran campana de la chimenea original, entre relucientes cacharros de cobre. "Oiço guitarras vibrando e vozes cantando na rua sombria", en notas de Amália Rodrigues.
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  • 20060617
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  • POUSADA DE DONA MARIA I, rococó lusitano en Queluz, a las afueras de Lisboa
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  • Dormir en el palacio de una reina
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