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El S-Max es un familiar innovador que aplica soluciones de los monovolúmenes y los turismos. La línea y el interior son como los de los primeros, pero tiene una altura más contenida y ofrece un comportamiento más ágil, estable y cercano al de los turismos, aunque con una posición de conducción algo más alta que mejora la visibilidad. Los mandos quedan muy a mano, cuenta con un volante de diseño deportivo y es agradable de conducir.
Ágil y cómodo
La mejor aportación frente a otros monovolúmenes de su tamaño es una calidad de conducción y una estabilidad superiores y parecidas a las de las berlinas de su tamaño. Tiene unos mandos suaves y una respuesta instantánea a las órdenes del conductor, y en trazados virados sorprende por su agilidad, porque a pesar de su tamaño tiene una dirección muy precisa, responde con agilidad y gira plano en las curvas sin apenas inercias. En carreteras amplias y autopista es muy estable, circula con aplomo y se pega al asfalto sin acusar los balanceos de los monovolúmenes. Pero lo mejor es que la eficacia va unida a un confort notable, porque filtra bien los baches, incluso con los neumáticos opcionales 235/45/18 de la unidad de pruebas. Los frenos, con ABS, paran sin desequilibrios, y está bien insonorizado, tanto la mecánica como la aerodinámica y la rodadura.
El resultado es un familiar de siete plazas con las reacciones de un turismo que permite hacer viajes largos sin acusar el cansancio y ofrece la calidad de conducción y el confort de una berlina. La pega es el control de estabilidad IVD, que no viene de serie y es opcional (650 euros). Pero se puede adquirir en un paquete (1.220 euros) junto a la amortiguación electrónica CCD, que incluye tres programas, Confort, Normal y Sport, y es muy interesante: adapta los reglajes al instante según el piso y el estilo de conducción, y mejora la estabilidad y la seguridad.
Buenas prestaciones y consumos
El S-Max cuenta con dos turbodiésel, un veterano 1.8 TDCi (125 CV), poco recomendable salvo si se busca la mínima inversión, y un moderno 2.0 TDCi (140 CV) con cambio de seis marchas que tiene un accionamiento correcto y está bien escalonado. Este último ofrece unas prestaciones notables y permite viajar a buen ritmo gastando lo justo. Responde con fuerza desde 1.500 vueltas, tiene empuje a medio régimen y se estira sin pereza por encima de las 4.000, lo que permite adelantar con nervio y no perder velocidad en las subidas, incluso con carga. Es muy agradable de conducir, tanto en ciudad como en carretera, porque tiene siempre un tacto fino y sin vibraciones, no hace ruido y tampoco obliga a reducir a menudo. Y entre sus virtudes destaca también la economía porque gasta muy poco para el tamaño y peso del coche: apenas llega a siete litros en conducción tranquila y no pasa de nueve en ciudad y estirando más las marchas.
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