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  • Menorca, en lontananza. La torre defensiva de Canyamel, del siglo XIII, por retaguardia. Y los acantilados de Capdepera, a sus pies. Alicientes más que sobrados para aventurarse en un proyecto de turismo rural basado en una possessió de 545 hectáreas y dos mansiones -Ca'n Nofre y Ca'n Simoneta- con un siglo y medio de antigüedad en el extremo nororiental de Mallorca. Pere Nicolau, arquitecto, y Toni Esteva, decorador, firman la rehabilitación del complejo según los requerimientos de la clientela mayoritariamente centroeuropea que visita la isla: piscina, solárium y jacuzzi, miradores chill out en el jardín, sobrios salones de invierno y de verano entre gasas, hamacas, mesitas invisibles y cojines amontonados en estudiado desorden. Un balneario de lujo para los sentidos y un bálsamo de aroma mediterráneo aislado de cualquier ruido vacacional. Simoneta, la casa principal, había sido encargada originalmente por un eclesiástico aquejado de una larga enfermedad a quien se le prescribieron baños de agua salada. Hoy ofrece 18 habitaciones muy amplias, ambientadas en tonos neutros y con detalles de incontestable modernidad: iluminación halógena, televisor de plasma, acceso de alta velocidad a Internet, así como obra gráfica de estimable calidad. Los cuartos de baño incluso sacrifican espacio (hay que acicalarse casi de perfil) a cambio de ciertos lujos, como el juego de albornoz y zapatillas. Y, aún mejor, unas vistas al mar. Si recalar aquí de noche es una bendición para el alma, ver amanecer sobre el acantilado es una experiencia única. Desde sus barandas, el fragor del oleaje, la brisa marina y la infinitud del horizonte multiplican el valor de la estancia. Y eso se paga... Naturalmente, al precio de otros establecimientos semejantes en el litoral mallorquín. Una escalera de caracol excavada en la roca desciende hacia la cala, aunque los jardines con piscina y la bañera de hidromasaje volada sobre los cantiles distraen lo suficiente como para no esforzarse en los baños de olas. Un cenador con servicio de bar saca de dudas a todo el mundo. Los más lectores tienen a su disposición un saloncito de lectura con biblioteca especialmente tranquilo en horas de siesta. Ca'n Simoneta cierra su restaurante un día a la semana, pero recomienda a sus huéspedes cenar en Torre Canyamel, a tres kilómetros por la misma carretera de acceso al hotel. Parte del monumento, originario del siglo XII, ha sido convertido en museo, y parte -la antigua tafona-, en un restaurante de cocina tradicional mallorquina: Porxada de Sa Torre. El desayuno ofrece un recital de fruta fresca y pelada, zumo natural, bollería, embutidos y platos calientes elaborados al momento. Todo servido a la carta, en el propio hotel, bajo un cañizo con feliz panorámica del mar.
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  • CA'N SIMONETA, un balcón lleno de cojines y tumbonas sobre el mar
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  • Bálsamo mediterráneo mallorquín
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