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  • Un valle apacible en el corazón de Ibiza, a menos de 10 kilómetros de San Antonio. Una población, San Rafael, de reconocido interés artesanal por su producción de cerámicas. Y un entorno que invita a disfrutar de la naturaleza. Allí abrió en 2003 Can Lluc Agroturisme, una finca payesa del siglo XVIII reformada por los arquitectos ibicencos Pep Torres y Javier Planas previo encargo de Lucas Prats, nieto del propietario, quien la convirtió en una casa rural de lujo. Situada en la falda de la montaña que le da nombre, Can Lluc ofrece 12 habitaciones y una casa independiente con las comodidades y los precios propios de un hotel refinado sin perder el encanto de un alojamiento rural. Los espacios comunes (salón, comedor, sala de reuniones con Internet) combinan vigas de sabina, techos de olivo y paredes de piedra vista, elementos típicos de la arquitectura popular ibicenca, con una decoración sobria que privilegia la madera, el mimbre y los colores cálidos. "Las casas de campo", comenta Prats, "tenían varias estancias comunes y habitaciones para la familia, una zona de despensa y un anexo. A pesar de las malas condiciones de la finca y de que el techo estuviera hundido, mantuvimos su estructura e intentamos recuperar el espíritu original del lugar utilizando materiales de la época de mi abuelo". En el jardín, poblado de palmeras, wasingtonias, moreras, higueras y algarrobos, una piscina de sinuoso perímetro mezcla agua dulce y salada tratada con un sistema de electrólisis que genera cloro sin utilizar productos químicos. En verano, los desayunos se sirven bajo el porche. La especialidad de la casa: un pudding tradicional llamado greixonera, mezcla de pastel dulce con ensaimadas y canela. La cocina (comidas y cenas se abonan aparte) se centra en los productos típicos de las islas Baleares, como butifarra y paella. En los alrededores se puede practicar senderismo o cicloturismo en rutas flanqueadas por pinos marítimos, bancales y olivos centenarios, hasta llegar, por ejemplo, a la población de Santa Inés, que nació en torno a su característica iglesia blanca, un antiguo templo paleocristiano. Una propuesta que combina agroturismo con la inagotable y frenética oferta veraniega de la isla.
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  • La cara más apacible de Ibiza
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