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  • El extremo más oriental de la península Ibérica recibe el abrazo de un Mediterráneo rudo que golpea con insistencia el cabo de Creus, el pedazo de tierra más osado de la Costa Brava catalana. Unos paisajes volcánicos tiznados de negro, donde el viento suena incansable y mece ferozmente todo aquello que no tenga la consistencia de las piedras. Los Pirineos se resisten a perecer en este trozo de mar y alargan sus negras crestas hacia el interior del Mediterráneo, formando este cabo abrupto y violento, que fue declarado parque natural en el año 1998. Los materiales geológicos dominantes, principalmente esquistos, confieren esta tez morena al terreno, que gana color en las aristas acantiladas y palidece en las finas arenas de las pequeñas calas. Cualquier mínima concesión a la horizontalidad, permitida por los estriados farallones, es aprovechada por los turistas ávidos de tranquilidad y de sol para tostar el cuerpo. El cabo de Creus aparece conformado por lenguas de roca y entradas de mar, transparente e idílica. Rocas llenas de pliegues, agujeros, filos cortantes y filigranas de todo tipo, resultado de los caprichos del agua, de la sal, del sol, y de los inviernos azotados por vendavales y tormentas. Hacia el faro La población de Cadaqués es la referencia urbana del cabo de Creus, con El Port de la Selva al norte y Roses al sur. Desde aquí parte una carretera hasta el faro del cabo, en la punta más expuesta, recorriendo el interminable goteo de casas aisladas sobre los acantilados y las urbanizaciones, muchas de ellas adquiridas por franceses, ingleses y alemanes. Pero el encuentro con el rosario de calas y playitas, abiertos hacia uno y otro lado del cabo, hace olvidar los despropósitos urbanísticos para disfrutar de una de las estampas costeras más bellas del Mediterráneo. La playa de Arquería es una de las más extensas de la zona y también de las más visitadas. Sin embargo, siguiendo hacia el norte, las calas se hacen escuetas y, a veces, también de difícil acceso, lo que las convierte en lugares solitarios y apacibles. Los amantes del buceo, ya sea en apnea o con botellas, se desplazan hasta aquí para sumergirse y apreciar la riqueza hundida bajo la línea del mar. La vegetación y la fauna submarinas tienen un atractivo muy especial, con praderas de posidonia oceánica y formaciones de coral.
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  • Visita al abrupto cabo de Creus
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  • Un apetecible abrazo del mar
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