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EL LAGO VAN, a 1.720 metros de altitud, es el más grande y alto de Turquía. Y el único en el que los barcos cargados de vagones de tren y pesados camiones navegan. Entre las altas montañas sólo había espacio para el lago y no hubo por donde pasar la vía del tren, así que el barco enlaza ambos extremos de las vías férreas. A esa altura parece sorprendente poder coger un barco de ese tipo, y por eso la travesía entre montañas aún nevadas era algo que había que intentar. La amable tripulación me miraba atónita. En un lenguaje entre el inglés, el turco y la mímica, me dijeron que hacía unas semanas subió otro extranjero al buque. Otro que tampoco usó la carretera para bordear el lago en dos horas y decidió perder cinco cruzándolo en el barco. En sus caras no era difícil leer que pensaban que yo estaba tan loco como aquel otro turista. Quizá no comprendían lo que significaba para mí aquella maravilla de montañas, aquel silencio y aquella calma y sosiego al caer el sol.
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