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  • El emplazamiento del hotel habla por sí mismo. Arsèguel no es más que una diminuta aldea del parque natural de la sierra del Cadí, próxima a La Seu d'Urgell y a Andorra. Sus casas, en su sencillez, están bien conservadas y sus calles se mantienen limpias y abiertas a la montaña. Por tal razón, dejar estacionado el coche en ellas constituiría un delito de lesa gravedad contra el paisaje. Lo correcto es descargar el equipaje frente al portón de entrada y dirigirse acto seguido a un aparcamiento público que hay detrás de la iglesia. El regreso entraña un corto y delicioso paseo a pie. Fruto de la abnegada restauración de una casa del siglo XVIII, La Font representa el empeño personal de Marçal Giró y de su hijo Marc por sacar adelante un negocio de seis habitaciones y un pequeño comedor allá donde sólo parece que haya piedras y establos para pasar la noche. Puede ser una exageración hablar de arquitectura sostenible, pero la morada es un modelo de simplicidad, utilidad y silencio. Respeto por los materiales A gala tienen sus propietarios el espíritu ecológico con el que han afrontado la obra, el uso de materiales autóctonos como la pizarra y la madera, el respeto debido a las vigas originales y su militancia a favor del riego con agua reciclada del pequeño jardín. Ello sin desdén por los cánones de hoy: óxidos a la vista, vidrios prensados, calefacción por suelo radiante... En suma, una construcción ingrávida, enhebrada en el perfil de los tejados y las montañas. Quizá porque no hayan sobrado recursos para más, o por un afán espúreo de concepto, la decoración interior reedita en la piel de los huéspedes las incomodidades -¿ecológicas?- heredadas del ayer. Bajo la excusa de un cierto eclecticismo, las habitaciones presentan un aspecto desordenado, confuso en su propuesta de un hogar para vivir la montaña. Más que crear un ambiente romántico, el mobiliario reproduce un catálogo de Ikea para decorar el cuarto de los niños. Armarios de aluminio, mesitas descuadradas, camas de estructura liviana, colchones crujientes... Menos es más, salvo en la reutilización de azulejos antiguos en los cuartos de baño. O en el fino rusticismo de la viguería en los techos. No existe ningún lujo, pero sí mucha amplitud en cualquiera de las dos estancias que se reparten la segunda planta, dotadas con una salita de estar independiente, una terraza y una bañera orientada a la sierra. Otros alicientes reservan los dueños a la hora del desayuno, como su plena disposición a exprimir naranjas en el momento, acompañado de una buena charcutería de la zona y de un bizcocho recién elaborado por el joven de la casa. Y también durante la cena, servida con vino de encargo elaborado con Ull de Llebre. De noche, el silencio es absoluto. Imposible amanecer si no es con la ayuda de un despertador. Ya no cantan gallos en Arsèguel.
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  • FONT DEL GENIL, ventanas del siglo XVIII abiertas en Lleida a la sierra del Cadí
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  • Una restauración ecológica
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