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  • El Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada, enclavado sobre 9.463 metros cuadrados del mismísimo centro de Gáldar, en el noroeste grancanario, viene a ocupar en la mitología canaria el lugar de Altamira en la Península. En ninguna de las islas Afortunadas nos ha legado la arqueología un símbolo identitario tan emblemático como éste. Al decir del director científico del proyecto, Jorge Onrubia, "nos encontramos ante el yacimiento mejor conocido de Gran Canaria, en especial de ese momento final indígena de los siglos XIV y XV que coincide con el desembarco de los europeos". Y si tenemos en cuenta que en la isla de Gran Canaria es donde la arqueología adquiere mayor monumentalidad dentro del archipiélago, se comprende la importancia de abrirse al público este complejo tras un cuarto de siglo clausurado a causa de los daños derivados por la masiva afluencia (otro paralelismo con Altamira). Con esta reinauguración, en un proyecto en el que resulta significativo citar la labor del arqueólogo Celso Martín de Guzmán y del arquitecto Javier Feduchi Benlliure, se espera también la multiplicación de la corriente turística hacia el norte, región tan atrayente como desconocida. Antes de la llegada de los evangelizadores mallorquines y de los comerciantes andaluces, Agaldar debió de ser contemplada como la metrópoli prehispánica insular, sede del guanartemato (una suerte de realeza con derivaciones religiosas) más importante de la isla de Tamarán (el nombre aborigen de Gran Canaria). Agaldar gozaba de una especial relación con el paisaje. La fértil vega, entre la montaña y el Atlántico, y orientada a la solana, está defendida de los vientos predominantes por el monte de la Atalaya, o montaña de Gáldar, a cuya cima merece la pena caminar 1,4 kilómetros para divisar toda la costa septentrional hasta Las Palmas de Gran Canaria, así como el manto de plástico bajo el que predominan plataneras, tanto más tupidas cuanto más cerca del mar. El yacimiento fue descubierto en 1873, y, afortunadamente, la bancalización de los huertos respetó los niveles arqueológicos preexistentes. Sin perder su vocación investigadora, el parque está pensado y orientado para que lo visiten con guía 380 personas diarias. La primera unidad expositiva hace de túnel del tiempo seis siglos atrás. El audiovisual de 12 minutos, rodado en estereoscopia (se ofrecen gafas) y alta definición, explica de forma dramatizada cuál fue el proceso de conquista vivido a finales del siglo XV en la isla de Gran Canaria, que llevó a la extinción casi inmediata de las etnias aborígenes. Arminda, hija del último rey aborigen de la isla, Guanarteme el Bueno, es el hilo conductor de la narración. Fue entregada como símbolo de la rendición y bautizada como Catalina, contrayendo nupcias con el señor de Guzmán. Una figura de mujer Las vitrinas dejan constancia de los vestigios recuperados. Los ídolos -preciosa la figura de mujer embarazada- se codean con recipientes cerámicos decorados y pintaderas, esos sellos en barro o madera tan característicos de Gran Canaria que identificaban no se sabe bien si la propiedad o los linajes. Otro enigma por desentrañar. El siguiente audiovisual, en formato panorámico, nos retrotrae del siglo XVI al siglo VI: los diez siglos en que está datado este yacimiento por el que se ha acondicionado una pasarela volada de 375 metros. Todo el recinto lo cubre una colosal cubierta espacial arquitectónica de acero. Los arqueólogos han sacado a la luz, sin contar el espacio troglodita conocido desde los años setenta, un poblado de 60 viviendas prehispánicas de planta cruciforme y exterior elíptico que reproducen de alguna forma el esquema de las casas-cueva. Cuatro de ellas han sido reconstruidas a tamaño natural con fines didácticos. De camino, pantallas audiovisuales explican la vivienda indígena, la economía en la sociedad, el complejo troglodita y las pinturas. El espacio central lo ocupa el conjunto rupestre de la Cueva Pintada, "centro ceremonial y doméstico", según Onrubia, "perteneciente a un linaje aristocrático del lugar. Sirvió, asimismo, como centro de enterramiento de momias". La cámara principal, excavada seguramente a partir del siglo XIII, muestra planta rectangular y tres de sus paredes lucen frisos pintados sobre una fina capa de revoco arcilloso. Para colorear, los artistas canarios se valieron de rojo de almagre y blancos arcillosos. A todo ello le protege un cierre de cristal hermético que, a modo de burbuja, permite acercarse hasta cinco metros de las pinturas frontales. La composición es simétrica y sobre un eje central basculan composiciones triangulares, circulares y rectangulares que obedecen a un plan programático aún por descifrar. Según José Barrios, profesor del departamento de Matemáticas en la Universidad de La Laguna, bien podría tratarse de un calendario lunisolar capaz incluso de predecir los eclipses. El final del recorrido coincide con la visión panorámica de todo el conjunto desde la terraza. Para completar los conocimientos sobre la cultura de los primeros pobladores de Gran Canaria, nada como visitar las momias del Museo Canario, en Las Palmas de Gran Canaria; el deslumbrante cenobio de Valerón, que no es sino un conjunto de 350 silos excavados dentro de una gruta; los túmulos funerarios de la Guancha, en la costa galdense. Y, por extensión, el mundo visual del pintor indigenista Francisco Padrón, cuyo museo, ubicado también en el centro de Gáldar, será otro descubrimiento.
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  • Se abre en Gran Canaria un parque arqueológico que bucea en los orígenes isleños
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  • El misterio de la Cueva Pintada
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