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  • Desde un alcor luminoso, el santuario de Sant Salvador mantiene la vigilancia sobre el trazado medieval de Artà. A sus pies reposan los muros severos de Ca'n Epifanio, una mansión art nouveau cuya fachada atribuyen los lugareños al arquitecto Gaudí. El matrimonio formado por Christophorus Heufken y Britta Schmidt-Heufken la han convertido en un hotel de ambiente tranquilo a gusto de los centroeuropeos que acaparan Mallorca en temporada baja. Ecléctico, colorista y hasta un punto extravagante. Tanto, que algunas de sus estancias ofrecen un happening visual a media tinta entre El mago de Oz y la recurrencia musical al Hermano Sol, hermana Luna. Lo humano quiere confundirse con lo divino, y vaya si lo logra. Especialmente en el espacio entre el cenador y la piscina, un jardín de vegetación desordenada y cactus apuntalados inmarcesible en su burbuja romántica, como de otro siglo. Todo lo que no aflora produce destellos en pugna por salirse de las paredes. Abstracciones pictóricas, frisos celestiales, jarrones de hilo, lámparas de raso y alambres, cabeceros de forja imposible... No hay lugar para la melancolía. Sí para la ensoñación desmesurada e hiperbólica, desahogada y vistosa. Incluso para el contraste de estilos. Inspiración minimalista en las estancias del ático y rigor clásico en las de la planta noble. El Sueño, El Abuelo, La Tía, La Familia, en recuerdo de quienes antaño las ocupaban. Cinco, Dos Mujeres, La Ventana, Estrella Fugaz, esta última probablemente la más original, decorada con un cabecero estrellado a guisa de hornacina y una agradable terraza con vistas a la iglesia y al castillo de Sant Salvador. Para tomar el sol sin ser visto. Falta un salón en la casa donde desgranar las horas de la tarde, aunque la espera bien puede matarse en el bar Es Castellet, dibujado por un mostrador art déco abierto todo el día. El servicio es amable, si bien escaso en momentos de alta ocupación. Nada puede hacer por amortiguar el chirrido del ventilador en los aseos, ni por mejorar el muestrario cosmético. Los dos comedores -Gaudí, más informal; Zezo, el gourmet- centran toda la atención del personal, fundamentada en una carta escueta pero selecta de aromas mediterráneos. Tanto en la cena como en el desayuno, sin miramientos a una barra libre de zumos naturales y frutas. Si los meteoros acompañan, sobre todo en noches tibias, el matrimonio Heufken organiza conciertos en el jardín y deliciosos happy hours en el bar, según la fórmula "bébase dos y pague una".
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  • HOTEL SANT SALVADOR, eclecticismo a los pies del santuario de Artà
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  • Ensoñaciones en Mallorca
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