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  • A Enrique Martínez se le ha visto estos días pasados en televisión junto a Ferran Adrià, Juan Mari Arzak, Martín Berasategui y otros reputados cocineros españoles en la cumbre Spain's Ten: cocina de vanguardia, organizada por la Fundación James Beard en Nueva York. No es un hecho casual. Martínez, dueño del legendario hotel Maher, en la localidad navarra de Cintruénigo, es tenido como uno de los grandes de la restauración en España. Su oficio en los fogones es heredero de una larga tradición familiar al frente de una fonda de carretera donde siempre se comió bien y hoy se come todavía mejor, siempre hubo una cama dispuesta para el viajero, y desde su reforma, hace seis años, lo que figura a disposición del viajero es un hotel de primera. El edificio se reconoce aún por su fachada en tonos ocre y albero, vigía discreta de la noche en Cintruénigo. Cabe la opción de estacionar en la calle, frente a la entrada, o guardar el coche en un garaje privado a la vuelta de la esquina. Sin dilaciones, una amable recepcionista sale al encuentro del huésped y le guía hasta su habitación. Un salón noble con fotografías de la familia decora el primer trecho del camino. Se suceden los recovecos, las escaleras a uno y otro lado, los corredores. Al fondo se descubre una inmensa sala de banquetes a dos alturas iluminada sólo cuando se celebra en ella algún evento y abierta a un jardín con estanque de estética ramplona donde las parejas de novios suelen hacerse fotografías. No es lo único cursi del lugar. El renovado Maher destila una sobredecoración forzada por su adscripción al club de las estrellas de la guía Michelin. O por esa manera de entender el lujo a fuerza de miriñaques. Colores e iluminación Evocadoras de un clasicismo frufrú, las habitaciones ofrecen mucha holgura y confort interior entre paredes con una textura que imita el bronce. Una atmósfera grávida de cortinones ocres y miel oscura serena los ánimos nocturnos, sin menoscabo de una buena iluminación halógena, tomas eléctricas por doquier, acceso wi-fi a Internet, monitores planos de televisión y un mobiliario tan clásico y estiloso como práctico. Lo mejor de estas estancias son las camas, de un tamaño apropiado para dormir a pierna suelta, envueltas en edredones de plumón Gobi y sábanas de algodón con listados de seda. El cuarto de baño ofrece una ducha espaciosa que prolonga el gres por las paredes a imitación de los antiguos baños romanos. Un tipo de decoración que luce más en la suite 18, la más amplia, ideal para ejecutivos con hambre de diseño: una mesa de hierro forjado y cristal parece estar flotando sobre el pavimento de gres en bitonos cereza y crema. Aunque aquí el minimalismo se expresa mejor a la hora del desayuno, servido en bandejas de pizarra y deleitoso por sus elaboraciones de autor. El toque culinario de Enrique Martínez hace olvidar los tics de la antigua fonda a una relación entre calidad y precio sin parangón en Navarra.
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  • HOTEL RESTAURANTE MAHER, una estrella Michelin y cama a precio equilibrado
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  • Parada y fonda navarra
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