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  • Mitad balneario, mitad comuna, el Cabo Polonio es un alivio. Pasa del paso del tiempo y no soporta que le ordenen. Es un inadaptado, un asceta rebelde pero reposado, que en su vida ha pisado una academia. Algo similar a un mensaje dentro de una botella perdida en el Atlántico. Se asienta a dos pasos de Brasil y a 260 kilómetros de Montevideo, en Uruguay, en el departamento de Rocha, una de esas zonas que podría presumir de tener playas extraordinarias, pero que no lo hace porque prefiere permanecer a la sombra de la especulación y mantener las particularidades del cabo a la vista de aquellos que lo quieran sin trampas. Dicho de otro modo: o lo amas o lo odias. Al cabo le preceden balnearios como La Paloma o La Pedrera, y le sucede otro llamado Punta del Diablo. Tres joyas costeras. No obstante, el Polonio tiene atributos que lo distinguen de cualquier otro enclave marinero. Únicamente se puede acceder a él con la ayuda de un 4×4 o en coche tirado por caballos (antiguamente, la única manera de llegar). Si se llega en autobús, en la parada Valizas-Cabo Polonio se debe esperar el turno para que el jeep nos acerque hasta el mar. Historia y pescado El Polonio surgió alrededor del año 1500, a raíz de un proceso de desertificación. La arena invadió los campos y durante siglos fue tierra de nadie. A partir de 1800 se tiene constancia de los primeros pescadores que se van instalando. Los cuentos de Carlos Reyes, de 1850, ya hablan de Cabo Polonio como refugio de marineros. En el siglo XX se empieza a redescubrir como paisaje extravagante. Casi todas sus edificaciones son de madera y se les llama ranchos. Para no llevarse sorpresas, conviene no identificar la palabra con Dallas o Falcon Crest, ni nada por el estilo. No tienen electricidad ni agua corriente, a excepción de las posadas (hoteles), equipadas con todo, y de algunas casas cercanas al faro, de construcción sólida y con energía eólica. El cabo sigue siendo un pueblo de pescadores donde viven familias todo el año. Está alejado del mundo civilizado y es ideal para el retiro y el respiro. Los clientes más habituales (turismo joven y aventurero) son esos a los que les atrae la imperturbabilidad. Dos son las playas del cabo: playa Sur y playa de la Calavera. De ramalazo salvaje, tienen el tempo excitado del Atlántico. Hacia las seis de la tarde los pescadores regresan de alta mar con el pescado: corvina, gatuso, pargo, lenguado, langostino, cazón... En verano, el pescado frito entre pan y pan resulta un lujo muy económico. Por otro lado, las aguas que circundan al Cabo Polonio también cuentan con una gran reserva de lobos marinos. Son formales, se echan la siesta en las rocas próximas a la costa mirando de reojo al faro: una de las reliquias del cabo, y quizá la pieza imprescindible para el viajero, pues su luz rodante no sólo sirve de referencia a los pescadores, sino también al visitante, ya que cuando anochece no es fácil ubicarse. Otra de las peculiaridades del cabo es la reserva de dunas móviles, próximas al barrio más hippy, Corvinos. En cuanto a los comercios donde abastecerse (es preciso no olvidar velas, cerillas, leña... eso que siempre se olvida), se hallan el simpático Lujambio, el Zorro, el Pirulo o Camacho. Música y playa Muchos compositores se han sentido atraídos por el Polonio y han encontrado en él inspiración. Quizá el caso más conocido sea el de Jorge Drexler, que ha titulado su último disco 12 segundos de oscuridad, justo el tiempo que tarda en girar la luz del faro y que deja a oscuras el poblado. Drexler buscó cobijo en el Polonio y salió renovado. No es la primera vez que las playas de la región de Rocha seducen a Drexler, de quien tenemos temas como Camino a la Paloma o la hermosa 730 días, que ya nos remitían a playas uruguayas. Pero si hacemos memoria podemos encontrar referencias al Polonio hasta en figuras de la canción como Alfredo Zitarrosa y Euduardo Darnauchans, que han interpretado aquella letra de Manuel Picón: "Madre, por los médanos blancos, / sin decir nada, se fue mi padre...", esos médanos no son casualidad. Más claro y más cool lo dice Martín Buscaglia: "En el porche de un otoño, / de un calor incoherente, / los tornillos de mi mente, / los consigo en el Polonio...". El propio Manu Chao, en su gira de 2001, lo incluyó para dar uno de sus conciertos. Encontrar rancho a partir de finales de diciembre y hasta marzo no es fácil. El cabo hierve. Pasar el fin de año en él es una opción. Al ser periodo de vacaciones en Uruguay y Argentina, hace que esté abarrotado. También se pueden alquilar caballos, o pasear hasta Valizas. Es obligatorio no perderse sus puestas de sol. En invierno, el viento puede provocar que las ideas hagan windsurf, pero como retiro no tiene comparación. En cualquier caso, vaya cuando vaya, hágalo con cariño, porque lo que más le gusta al cabo es que lo dejen en paz. .
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  • Cabo Polonio, 'hippies', pescadores y lobos marinos en Uruguay
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  • El refugio de Jorge Drexler
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