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  • Mientras los mostos fermentan en barrica, las bodegas aprovechan el receso para hacer marketing gracias al auge del enoturismo. Tras una primera oleada de hoteles nacidos entre cubas, cuya máxima expresión es el Westin Marqués de Riscal, que se acaba de inaugurar en La Rioja, llega ahora el alumbramiento de la vinoterapia. Tal es la original propuesta de La Vida, abierto este verano en la Ribera del Duero por iniciativa de Juan José Dávila y Pilar Escribano, socios propietarios de la bodega Protos y militantes del movimiento Slow, que preconiza el amor por lo pausado, la biodiversidad y el carácter local. Su entusiasmo no entiende de simetrías ni de materiales de nueva generación, pese a que el edificio ha sido proyectado según los cánones de la metaarquitectura, la geobiología y el feng shui. Sorprende la medianía estilística de sus fachadas, en un entorno igualmente descuidado de naves agrícolas, uralitas quebradas, aperos abandonados y escombros insalubres. Sólo la buena insonorización y la tranquilidad nocturna del pueblo privilegian el descanso. Los dormitorios cuentan con camas con colchones de látex sobre tablero rígido, pero resulta escaso el kit cosmético. Lo zen de La Vida es el territorio spa, en la planta baja, accesible desde los dormitorios a través de una escalera de haya minimalista, referente contemporáneo de un edificio cuyo único plus de modernidad se concreta en el cerramiento con palas de U-Glass que encauza el pasillo hacia la piscina climatizada. De noche configura un espacio muy atractivo para el baño terapéutico en una cama de agua o las envolturas en hollejos de tempranillo, cuyos polifenoles purifican el cuerpo y suavizan la piel. Lo reafirma la dueña del hotel: los aceites esenciales extraídos de la uva tienen propiedades oxigenantes, regenerantes y antioxidantes. Y de ahí a las zonas comunes, decoradas según el arte de encauzar el qi o la energía vital de la geomancia china. Tal cual se conserva el antiguo lagar de la propiedad, a la sazón, museo temático de la pisa, transformado en un salón de estar. O el comedor de desayunos, que merecerían otros reclamos culinarios más artesanos que los de los ripios populares dedicados al vino colgados en las paredes. Pero el lugar más atractivo del hotel es la enoteca: una notable colección de crianzas y reservas elaborados en la Ribera del Duero para catar en una provechosa tertulia de amigos.
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  • LA VIDA, tratamientos regeneradores en un hotel con acento pausado
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  • Vinoterapia a orillas del Duero
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